Los diputados de Vox, de camino a un pleno del Parlament. | Jaume Morey

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No entró en el Govern y prefirió dar apoyo externo a la presidenta a cambio de un pacto de investidura. Nada más iniciarse la legislatura, una grave crisis provocó la marcha de varios diputados. Esta situación la vivió Podemos, pero el resumen sirve para Vox, que se encamina a velocidad de crucero al abismo al que se arrojó de cabeza el partido de Pablo Iglesias: en 2016, obtuvo 117.882 votos en Balears; en las pasadas elecciones autonómicas, 19.632. Se ha dejado casi 100.000 votos en solo siete años.

A Vox puede pasarle lo mismo –y además con muchos menos votos– ahora que la formación comienza a abrirse en canal casi en el momento exacto en el que ha tenido cierto poder, no ejecutivo, pero sí presión para intentar marcar línea al Govern. La dimisión del secretario general del partido, Sergio Rodríguez; el abandono del grupo de otro diputado, Xisco Cardona; la crisis interna en Menorca, donde el presidente del Consell ha tenido que destituir a un director insular de Vox porque se lo ha pedido la consellera... El marco es el mismo que se planteó con Podemos: Vox ha implosionado porque la formación ve que esto se hunde y hay que salvar los muebles. Y la cartera.

Vox Baleares arrastra desde hace meses un grave conflicto interno que ya ha dejado varios cadáveres por el camino. Cayó Jorge Campos, a quien una generosa patada para arriba colocó en Madrid; cayo Idoia Ribas, que dejó hace unos meses la vicepresidencia de la formación, y ahora ha caído Sergio Rodríguez, secretario general del partido y uno de los impulsores de la formación en las Islas. Presidente, vicepresidenta y secretario general, todos ellos alineados con Jorge Campos. La dirección de Vox en las Islas se ha quedado sin rastro de ‘campismo' y adlátares y quien manda ahora es Patricia de las Heras, es decir, Fulgencio Coll, es decir, Santiago Abascal.

Sergio Rodríguez se ha ido por una lucha de poder en la formación, un lucha que ha perdido, por cierto. No se ha ido como consecuencia del pacto lingüístico con el PP. Madrid ha tomado el mando ahora que en las sedes provinciales comienza a circular dinero gracias al aumento de presencia institucional y a los pactos con el PP en varias comunidades.

Esta implosión deja al partido abierto en canal. Está el Vox de la dirección de la calle Olmos, de la ejecutiva del partido, de ese grupo que manda y del que se acaba de descolgar Sergio Rodríguez. Pero luego hay otro Vox, el del grupo parlamentario, un poder autónomo, ajeno a la dirección, porque en el Parlament sí sigue imperando el ‘campismo', con más diputados fieles a Jorge Campos que a Patricia de las Heras, es decir, a Fulgencio Coll, es decir, a Santiago Abascal. Y ese es el que tiene los votos. Si alguien puede comenzar a preocuparse por esta situación, además de Santiago Abascal, esa es Marga Prohens.