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Miguel Agulles, investigador del Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (Imedea), acaba de doctorarse en la UIB con la tesis de Oceanografía Física Amenazas costeras bajo el cambio climático. El caso de las Islas Baleares (original en inglés), dirigida por Gabriel Jordà, en la que cuantifica el papel de la posidonia en la protección costera frente a los temporales. Uno de los datos aportados por Agulles en su tesis es que las praderas de posidonia de Balears reducen, de promedio, en un 40 % la cota de inundación en las playas, es decir, le restan 40 centímetros a la vertical de agua de un metro en un temporal, siendo ese porcentaje del 20 % en presencia de diques.

Agulles, ingeniero civil especializado en costas y puertos, explica que «sobre esta cuestión, ya había trabajos previos más cualitativos, pero la tesis crea una base de datos y calcula la capacidad de la posidonia para frenar los oleajes ante fenómenos extremos y temporales». El trabajo dibuja diversos escenarios. Uno presente si no existiera la posidonia para saber qué papel juega exactamente hoy en día y tres escenarios de futuro en función de niveles de degradación y vulnerabilidad de la planta marina al aumento de las temperaturas por el cambio climático. Agulles señala que «se habla de las dificultades de la posidonia a partir de los 28 grados en la temperatura del mar, pero no sabemos a ciencia cierta cómo va reaccionar ante unos valores térmicos mayores. Habría que esperar unos años más».

La presencia de las praderas de posidonia, muy extendida en Balears, supone la existencia de una rugosidad en el fondo que frena la fuerza del oleaje. Sin praderas, con un fondo simplemente arenoso o rocoso, la energía de las olas llegaría a las costas con mayor energía, sin reducción ni freno. Teniendo en cuenta su pendiente, la tesis del investigador ha analizado un total de 869 playas de Balears, de las que aproximadamente, el 80 % son de arena y el 20 % restante, de grava. También hay que tener en cuenta que las praderas ejercen como freno de las olas entre 0 y 7 metros de profundidad, cuando pueden llegar a los 40-45 metros.

Los tres escenarios de futuro analizados por la tesis son los siguientes, siempre con el denominador común del aumento medio del nivel del mar: una conservación de la posidonia en su estado actual, un escenario de degradación media (en cuanto a su densidad) en la que se perderían tres cuartas partes de las praderas y un tercer escenario de pérdida completa de las mismas.

El investigador indica que «ante un promedio de aumento del nivel del mar de 70 centímetros a finales de siglo -años 2080-2100-, la pérdida de toda la posidonia supondría una cota de inundación de nuestras playas de un metro y medio en eventos de temporal. La mitad sería atribuible al aumento del nivel del mar y la otra mitad, a la ausencia de posidonia. Así, en el peor de los escenarios, una playa natural de pendiente media en Balears experimentaría unos 40-45 metros de retroceso en un evento extremo. Con la posidonia actual, el retroceso de la costa sería de unos 10 metros de manera permanente en condiciones medias, llegando hasta los 23 metros en temporales esporádicos. Se podría perder hasta el 55 % del área total de las playas de modo permanente, llegando a más del 80 % en episodios extremos».

A partir de aquí, Miguel Agulles considera que su tesis «puede servir para establecer nuevas líneas de investigación y diseñar estrategias de gestión de las praderas, incluida la replantación, también de otras plantas marinas de crecimiento más rápido, en las que no se utilicen elementos tradicionales de protección, como diques de escollera o muros de hormigón. Hay que dar valor a las praderas y conservarlas como solución más realista ante las amenazas del cambio climático, si bien sus replantaciones cuestan y tardan mucho en crecer».

El apunte

Un bosque bajo el agua, un tesoro que estabiliza el perfil de las playas

Agulles recuerda que «las praderas de posidonia son como un bosque bajo el agua, un auténtico tesoro. Su capacidad de absorción de CO2 para transformarlo en oxígeno es muy alta, además de servir como hábitat de especies, proporcionar agua cristalina y ayudar a proteger y estabilizar el perfil de las playas». Cuestiona las regeneraciones artificiales de playas, apostando por «soluciones más permanentes, mirando más al medio y largo plazo en la gestión costera».