Serafín Carballo posa en la entrada de este diario después de la entrevista.

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Reflexiona con tranquilidad. Sin inmutarse, aunque la agradable sonoridad de su discurso apenas suaviza su decepción y disconformidad con su fulminante destitución como defensor del Menor por no querer vacunarse. Serafín Carballo García (Madrid, 1955) arma su defensa en torno a la posibilidad de discrepar y debatir «en un Govern que se denomina progresista», a la vez que deja algo muy claro: «No soy ni negacionista ni antivacunas».

El Govern oficializó este lunes su destitución como director de l'Oficina Balear de la Infància i l'Adolescència...

—Lo que más me ha sorprendido es que el vicepresidente Yllanes se haya referido a mi cese como «una medida ejemplarizante». Me cuesta entender que en este Govern no se admita cierta divergencia. Jamás he opinado contra las vacunas ni he hecho ningún tipo de apología, simplemente he tomado una decisión personal: no vacunarme. Y ellos dicen que esta es incompatible con mi condición de alto cargo...

¿Y cómo se siente?

—Pues la sensación que tengo es de sorpresa y perplejidad. Ya han pasado varios días desde que me comunicaron mi destitución, pero sigo sin entender los motivos. Hasta ahora siempre había tenido un reconocimiento público por mi labor como defensor del menor, pero por una decisión de carácter personal se me penaliza con la destitución. Considero que se trata de un acto autoritario y la verdad es que estoy triste porque he dedicado todo mi esfuerzo a este Govern. Pero insisto, no entiendo que un gobierno progresista y de izquierdas no acepte la divergencia.

¿Es usted un antivacunas?

—Yo no soy antivacunas, ni tampoco ningún negacionista. Cuando me preguntaron los motivos de mi negativa a vacunarme explique que tengo una serie de dudas sobre estos preparados y que quería esperar. Los tribunales europeos reconocen mi derecho a no vacunarme, de ahí que me sorprenda que se hable de mi destitución como una medida ejemplarizante.

¿Puede abundar en su decisión de no querer vacunarse?

—Como persona inquieta y responsable, siempre he tratado de investigar y contrastar las informaciones que me llegan, sean del ámbito que sean, soy doctor en Psicología y ello conlleva mantener esta actitud. Y en los temas relacionados con la COVID-19 he actuado de la misma manera: Investigar y contrastar. Un tema que me genera inquietud es la falta de un claro consentimiento informado cuando se procede a la llamada vacunación ¿Saben los ciudadanos que estos preparados aún se encuentran en la fase de ensayo clínico y que las personas que se vacunan forman parte de un ensayo clínico a escala mundial? El código de Nuremberg indica claramente que el consentimiento informado es imprescindible en la experimentación con humanos.

Entonces, podemos dar por hecho que usted también está en contra de inmunizar a la población infantil...

—Creo que debemos ser serios, cuidadosos y responsables y admito que soy especialmente sensible con el tema de los niños. Todavía se desconoce los efectos que pueden tener las vacunas en ellos. No hay que olvidar que se trata de tratamientos genéticos y, en este sentido, debemos tener en cuenta que una cosa son los adultos y otra los niños. No podemos concluir que no existan efectos secundarios a medio o largo plazo. Además, el nivel de contagiosidad es muy bajo y diversos estudios evidencian que los efectos del virus en los niños son muy leves.

¿Discrepa usted de la política sanitaria que ha desarrollado el Govern durante la pandemia?

—Ha sido una estrategia que se ha ido desarrollando en función de los acontecimientos; como en casi todo el mundo. La respeto, aunque pueda tener alguna divergencia. Aunque pueda resultar paradójico, también respeto la estrategia de vacunación masiva, pero también considero que en todo este proceso ha faltado un debate científico serio y riguroso.