Las facilidades que dan los bancos en estos momentos son absolutas, pero desde 2015 la tendencia no es la esperada, constatando algunas de las entidades unos descenso alarmante de hasta un 20 % de petición de financiación por parte de familias y empresas por la incertidumbre política y económica, que se ha agudizado en los dos últimos ejercicios.
Si a finales de 2018 el Banco de España detallaba la concesión de 32.021 millones de euros en créditos, a finales de septiembre de este año la cifra se estancó en los 30.396. La situación se hace más alarmante si comparamos con los 46.197 millones de euros que se adjudicaron a diciembre de 2010.
Actividad y consumo
El director de la Fundación Impulsa, Antoni Riera, puntualiza que los datos del tercer trimestre «son durísimos» y que es cierto que «se piden menos créditos porque la incertidumbre ralentiza la solicitud de créditos, llegando en algunos casos a paralizarla».
Riera añade que en la actual coyuntura económica y política «impera la prudencia y la cautela, pero es que además la incertidumbre se ha trasladado al ciclo económico. La productividad baja y el consumo, en consecuencia, también se encuentra inmerso dentro de esta misma dinámica. Todo esto hace que se resienta la actividad económica y se entre en una senda de desaceleración que tiene un impacto directo sobre la decisión de consumo de las familias y la petición crediticia de las empresas».
A esto hay que sumar que los bancos han entrado también en una senda de saneamiento porque las directrices del Banco de España son muy restrictivas. El supervisor quiere evitar que las entidades financieras entren en una nueva burbuja crediticia, circunstancia que propició el cierre y las fusiones entre bancos desde el comienzo de la crisis económica de 2007, que culminó con la intervención de parte del sistema bancario español por parte del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB).
Las pequeñas y medianas empresas son las más afectadas por esta situación, ya que no pueden relanzar sus programas estratégicos de crecimiento. «Hay indicadores de crecimiento que están por debajo de lo previsto, lo cual genera un clima nada favorable para la inversión», apunta Riera.
El economista resalta que la situación se ha agravado en el último trimestre de 2019, «donde la desaceleración se intensifica, afectando al crecimiento económico y al consumo».
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