Inicialmente, la figura del profesor asociado debía servir para aprovechar para la docencia universitaria a profesionales de prestigio o con experiencia. Sin embargo, a raíz de la crisis, y tal como reconoce la vicerrectora de Professorat, Maria Antònia Fornés, «esta figura se ha desvirtuado y ha servido para tapar huecos docentes».
Fornés explica que «el profesor asociado debe tener otra actividad profesional fuera de la UIB o estar dado de alta como autónomo. Debe cubrir entre 30 y 180 horas anuales sólo para la docencia, no para la investigación. Actualmente, en la UIB, hay unos 650 profesores asociados, pero más del 50 % hace 90 horas anuales o menos. Los hay que sólo hacen una hora semanal. Aun así, gracias a los profesores asociados llegamos al 29 % de horas docentes, pero están distribuidas de manera muy desigual. Hay departamentos en los que los profesores asociados tienen una carga docente alta y otros en los que es muy baja».
La vicerrectora atribuye esta situación «a los años en los que, por obligación del Gobierno central, no hemos podido cubrir la tasa de reposición, es decir, los profesores de baja por jubilación o defunción. El objetivo ideal sería reducir los asociados, pero las limitaciones de los últimos años han hecho que sean indispensables».
Los asociados cobran 94 euros brutos al mes por el mínimo de 30 horas anuales y 564 euros brutos mensuales por el máximo de 180 horas.
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