Joan Bernat, durante una de las sesiones del juicio. | A. Sepúlveda

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«Nunca he visto a nadie así. Tenía al diablo en la cara». Un vecino de Artà testificó este martes cómo vio a Joan Bernat con el cuchillo en la mano atacar a Margalida Perelló el 1 de febrero de 2013.

Este joven y su novia paseaban a su perro esa mañana y son los dos testigos presenciales del crimen. Su declaración tiene especial relevancia a la hora de aclarar si fue un ataque premeditado y por sorpresa, como sostienen las acusaciones o bien, como mantiene la defensa, fue un acto de locura tras una discusión.

El joven lo que dijo es que escuchó «gritos». Al llegar a la casa se encontró con la víctima en el suelo y a él con el cuchillo en la mano. «Se veía mucha sangre». El acusado cerró entonces la puerta. «Oímos gritos horribles». Su novia da una versión similar, pero con un matiz: no alude a gritos, sino que sólo escuchó «chillidos»: «Me va a matar». Apenas un minuto después de que Bernat cerrara la puerta, Margalida Perelló salió a rastras de la vivienda. Él se encerró e intentó suicidarse.

Estos jóvenes avisaron a la Guardia Civil, a emergencias y a los médicos del centro de salud, que está a pocos metros del lugar del crimen.

En la sesión de este martes también comparecieron los familiares y amigos de la víctima y el acusado. El hijo en común de ambos negó que su padre les haya ayudado económicamente después del crimen.

También recordó dos episodios previos al crimen: una llamada de su padre en la que se despedía de él que le dejó «descolocado» y una cena posterior en la que Bernat le confesó que había pinchado las ruedas del coche del nuevo novio de su madre. Esa nueva relación de Margalida Perelló fue señalada por varios testigos como un elemento que provocó un cambio en el acusado. «Él cambió cuando empezó más en serio», dijo la hermana de la fallecida. También recuerda que su hermana le comentó una vez que «lo veía triste».

Eso signos de tristeza son otra de las claves del juicio. Hasta seis psiquiatras y psicólogos han examinado al acusado para determinar si actuó en plenas facultades mentales cuando apuñaló a su exmujer. Sólo dos expertos aportados por su defensa apuntan a que tenía una depresión grave que pudo provocar de alguna manera el crimen. Los forenses del juzgado fueron tajantes: «Estaba dentro de la normalidad de una persona que se separa de su mujer. No existe ninguna alternación».