Y es que, antes que nada, es preciso asegurar el nivel, la evolución y la contribución de la productividad. El nivel de productividad refleja la cantidad de valor generado por unidad de trabajo, su evolución muestra cómo ha cambiado con el tiempo y su contribución indica cuánto aporta al crecimiento económico. En Balears, el nivel de productividad sigue siendo bajo en comparación con otras regiones europeas, su evolución es insuficiente para cerrar esta brecha y su contribución al crecimiento es prácticamente marginal.
Además, no se puede obviar que en Balears la productividad presenta un comportamiento contracíclico, lo que significa que su evolución no sigue los patrones esperados de economías más avanzadas de la UE. Así que, cuando se mide la evolución de la productividad en un periodo corto de tiempo, lo importante no es el resultado que se observa, sino las bases que lo sustentan. Y es que, hasta la fecha, el resultado observado es fruto de la reacción ‘rebote’ que se produce después de que el alza o contracción del volumen de actividad haya provocado idéntica alza o contracción en el volumen de empleo.
Ni una cosa ni otra son casualidad, sino la consecuencia de un crecimiento basado en la acumulación de factores (crecimiento extensivo), en lugar de su aprovechamiento eficiente (crecimiento intensivo). En otras palabras, Balears no está jugando en la liga de la productividad, sino en la de la acumulación/desacumulación de factores, sin una estrategia clara para maximizar su valor. Esto explica que, entre 2000 y 2023, la productividad creciera tan solo un 4,4%, mientras que el crecimiento económico lo hizo en un 44%. En España, la relación es algo mejor (10,5% frente a un 41,3%) y en la UE-27 alcanza un nivel más equilibrado (17,7% frente a un 36,6%).
El problema de fondo es que Balears prioriza el crecimiento en volumen sobre el crecimiento en valor. En consecuencia, la productividad se ha convertido en una variable pasiva, que reacciona con un efecto rebote al alza o baja de la actividad económica, en lugar de liderar el crecimiento. Mientras la productividad no desempeñe un papel activo en la generación de rentas, tampoco puede hacerlo en su distribución.
Además, los diferenciales de productividad entre Balears y otras economías más competitivas de la UE reflejan la falta de estrategias efectivas para mejorarla. Mientras en otras regiones europeas la productividad ha actuado como motor de crecimiento, en Balears ha sido un factor secundario, condicionado por la variabilidad del empleo y la actividad. La incapacidad de cerrar estos diferenciales implica que Balears sigue atrapada en un patrón de crecimiento basado en la cantidad y no en la calidad del valor generado.
Balears necesita dejar atrás la lógica de la acumulación de factores y apostar por la optimización del valor. Sin este cambio de paradigma, la productividad seguirá siendo una variable reactiva, sin capacidad de mejor el reparto de la riqueza creada entre los recursos productivos.