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Al acabar un año y afrontar el inicio del siguiente suele ser un buen momento para hacer balance y plantear con espíritu crítico cuáles son los desafíos y amenazas del año que empieza, un momento de análisis.

Desde el punto de vista económico, aparentemente 2024 ha sido un buen año. La economía española ha crecido más del 3%, se han creado más de medio millón de puestos de trabajo, se ha alcanzado un récord de afiliados y la inflación se ha moderado acercándose al 2%. Incluso las perspectivas para el 2025 no son malas. Se espera un crecimiento del 2,4% del PIB, una nueva caída del desempleo y una cierta estabilidad de precios. Y aún así, para muchas personas parece existir un sentimiento de que esta evolución no se ha sido traducido en bienestar. La sensación de carestía, los problemas para acceder a una vivienda, encontrar un empleo estable y duradero y la sensación de una creciente desigualdad económica parecen aumentar en nuestra sociedad. De hecho, está situación explica para muchos analistas el triunfo de Trump en las elecciones americanas y un cierto sentimiento de malestar e insatisfacción generalizada con la clase política.

Y en realidad la gente no está tan equivocada. La economía española muestra muchas dificultades para traducir el crecimiento en mejoras de riqueza y bienestar. Un incremento del PIB no implica un incremento del bienestar si se consigue única y exclusivamente con un aumento del número de personas trabajando. El aumento de la productividad o del PIB por trabajador es la base del incremento sostenido de los salarios reales y por tanto del bienestar. Un reciente estudio del Consejo General de Economistas (CGE) indicaba que mientras el incremento de productividad media de la Unión Europea entre el 2013 y el 2023 fue de un escaso 0,8% anual, en España apenas alcanzó el 0,4%. En una década pasamos de tener una productividad media del 102,2% con respecto a la media europea a un nivel del 97,8% en el año 2023. Un retroceso que llevó a que hoy en día solo 5 comunidades autónomas españolas se encuentren por encima de la media europea.

El mal desempeño de la productividad explica la caída de la renta per cápita española con respecto a la europea y genera un amplio debate sobre sus causas. Una de estas causas es la escasa inversión productiva por trabajador. Si tomamos como base el año 2019, España ha retrocedido un 10% su nivel inversor, Francia un 5%, y Alemania un 2%, mientras que por el contrario Portugal lo ha aumentado un 11% o Italia un 25%. Más aún, este retroceso de la inversión productiva se ha producido durante un periodo en que las empresas y economías domésticas españolas han disminuido sensiblemente su endeudamiento (en torno a un 25% del PIB) lo que implica una escasa confianza en el futuro.

Otro factor detrás de ese peor desempeño es la escasa inversión en I+D. España invierte un escaso 1,4% del PIB frente al 3% que alcanzan los países europeos o el 2% fijado como meta en el 2020. Más aún, el escaso tamaño y capitalización de las empresas españolas también parece justificar este mal desempeño productivo e incluso podríamos achacar esta situación a un sistema formativo alejado de las necesidades de las empresas o a su especialización productiva. Todos estos factores se traducen en lo que pretende el Plan Draghi; incrementar la confianza y la inversión productiva.

Pero sin duda, un Estado incapaz de aprobar sus presupuestos, con un sistema de financiación autonómico pendiente de revisión desde hace diez años, donde se aprueban y echan atrás impuestos como los que gravan las inversiones energéticas, donde no se es capaz de afrontar un déficit estructural que amenaza con perpetuar un nivel de deuda difícilmente manejable, con un problema de envejecimiento que tensa las cuentas, con problemas como el de la oferta de suelo y vivienda que devienen endémicos y así un largo etcétera, en tal situación, no resulta difícil entender por qué las empresas disponiendo de recursos y capacidad no deseen aumentar sus inversiones, incrementar la productividad y consecuentemente la riqueza potencial del país. Tómenos nota.