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Mantengo la opinión que el cabreo social no es debido a la masificación. Es la dificultad/imposibilidad de acceso a una «vivienda digna», que cada vez alcanza a más población residente, autóctona o no. Por eso el malestar social es cada vez más amplio, sucede en todos los sitios turísticos, y no se olvida de un día para otro. Está presente diariamente. Cuando tu casero, tras un contrato de 800 euros al mes, te dice que ahora son 1400, si quieres renovar otros cinco años, ¿cómo lo haces? Reproduzco literalmente parte del contenido de un manifiesto que en 2019, publicó la Asociación Española de Geógrafos. La selección es interesada, lógicamente. La ciudad usa el turismo para promocionar una determinada imagen y marca estratégica. El turismo genera actividad económica, pero usa la ciudad como un mercado.

En determinados barrios, esta vivienda deja de ser un derecho para convertirse en una simple inversión especulativa y motivo de gentrificación. La ciudad turistizada sufre las tensiones entre las funciones residencial y vacacional. Las tipologías de alojamiento del turismo urbano y sus canales de comercialización (capitalismo de plataforma) inundan la ciudad. Estas plataformas favorecen la expansión de las VUT, cuya oferta disponible (legales e ilegales) llega a suponer un volumen tres veces superior a las viviendas turísticas con licencia.

Comentando la noticia, uno de los autores decía en 2019: «el incremento en los precios del alquiler alcanza dimensiones desconocidas en España» y añade que «hay evidencias científicas» sobre la relación entre la escalada del coste de arrendar una casa y «el incremento de la oferta de alquiler vacacional, fundamentalmente en las grandes ciudades y principales destinos turísticos», como Eivissa. También decía: «Si hay que cambiar las leyes, se debe hacer porque la situación es grave, de emergencia social en muchos casos».

Todo lo anterior está publicado en 2019. Llevamos cinco años de «emergencia», pandemia por medio. Ahora la situación es mucho más intensa en su desequilibrio, y estalla el cabreo social, una vez que las profecías se ven cumplidas. Y es ahora, cuando la política se pone a trabajar. No hay más preguntas, señoría.