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En el mundo empresarial contemporáneo, la diversidad de género en los puestos directivos es un tema de creciente relevancia. A pesar de los avances en la igualdad de género en el lugar de trabajo, la presencia de mujeres en roles de liderazgo sigue siendo baja en comparación con la de los hombres.

Para comprender el panorama actual de la representación de mujeres en puestos directivos, es crucial examinar el contexto histórico de la participación femenina en el mundo laboral. Durante décadas, las mujeres han luchado por el reconocimiento de sus habilidades y capacidades en un entorno laboral dominado por hombres. A medida que se han implementado políticas de igualdad de género y se han desafiado las normas sociales tradicionales, las mujeres han logrado avances significativos en la fuerza laboral. Sin embargo, la brecha de género persiste en los niveles más altos de las organizaciones, especialmente en roles de liderazgo. No en vano, solo tres de las 35 empresas que forman el Ibex han logrado el distintivo de Igualdad que otorga el Instituto de las Mujeres, organismo dependiente del Ministerio de Igualdad.

Hoy en día, uno de los mayores obstáculos que enfrentan las mujeres en su carrera hacia puestos directivos son los sesgos de género arraigados en la cultura organizacional. Y es que los estereotipos de género, que asocian el liderazgo con cualidades tradicionalmente masculinas, continúan estando presente en nuestra sociedad y, por tanto, aun limitan las oportunidades de ascenso de las mujeres y perpetúan la desigualdad en el lugar de trabajo.

Asimismo, hay que tener presente que determinadas prácticas de los departamentos de recursos humanos de las estructuras organizativas, como la falta de políticas reales de conciliación laboral y familiar, la ausencia de programas de mentoría y desarrollo específicos para mujeres, y la brecha salarial de género también pueden dificultar el progreso de las mujeres hacia roles de liderazgo. Además, la persistencia de la «doble jornada laboral», en la que las mujeres enfrentan la responsabilidad de equilibrar sus carreras profesionales con las responsabilidades domésticas y de cuidado, siguen limitando su disponibilidad para asumir roles de liderazgo que requieren un alto nivel de dedicación y compromiso.

Por ejemplo, si nos enfocamos en la aportación que mujeres y hombres hacen a la I+D+I en términos de participación en el mercado laboral, destaca el hecho de que en 2023 hay más mujeres ocupadas en ciencia y tecnología que hombres, tal como constata el informe Mujeres e Innovación 2024, auspiciado por el Observatorio Mujeres, Ciencia e Innovación. En este sentido, las mujeres representan más de un tercio de la población ocupada (34,4%) mientras que en el caso de los hombres representan un 29,2% de la población total en la suma de personal técnico, profesional, científico e intelectual y profesional de apoyo. Esto pone de relieve el interés de las mujeres por formar parte de un sector tan importante en la economía y para la sociedad como es el de la I+D+I. Así pues, pese a este dato tan positivo, dichos datos ponen de manifestó que persiste la infrarrepresentación de las mujeres en determinados sectores estratégicos y de tecnologías emergentes.

Por todo ello, es necesario un enfoque integral que incluya la implementación de políticas de igualdad de género, el fomento de una cultura inclusiva y el compromiso activo de las empresas para promover el avance de las mujeres en todos los niveles de la jerarquía corporativa. Y es que solo mediante esfuerzos concertados y colaborativos se puede trabajar hacia un futuro donde la diversidad de género en los puestos directivos sea la norma, no la excepción.