Vuelvo al inicio. Este año recién estrenado presenta, efectivamente, muchos interrogantes. En nuestro país se van a celebrar, además de las Europeas en el próximo mes de junio, elecciones en Galicia y el País Vasco. En Galicia es muy probable que no haya sorpresas y que el presidente Alfonso Rueda revalide la mayoría absoluta que heredó. Lo contrario sería una sorpresa mayúscula.
En el País Vasco se espera un incremento de votos de Bildu, pero es impensable que el Partido Socialista cambie de aliado si suma con el PNV. Si el resultado de ambas elecciones es el que apunto no se verá afectada la política nacional, y las Europeas serán las auténticas primarias que marcarán la viabilidad de la actual legislatura y mostrarán el apoyo ciudadano con el que aún cuenta Pedro Sánchez y su Gobierno de coalición progresista. La amnistía, el mercadeo de Junts y Podemos, desde el Grupo Mixto, ya le están pasando factura, cuando todavía estamos en el umbral de la legislatura. Sin duda, el PP está sacando rédito de las contrapartidas que exige Carles Puigdemont.
Fuera de nuestras fronteras, las dos elecciones que acapararán el máximo interés son, obviamente, las Europeas y las presidenciales de noviembre en EE.UU. Por lo que hace refiere a las primeras, debemos concienciarnos de que esta vez, a parte del análisis que se pueda hacer del resultado en clave nacional, la composición del futuro Parlamento Europeo nos afectará como país. Es posible que se produzca un cambio de mayorías y que la socialdemocracia deba ceder el testigo de la gobernanza al frente del Consejo, al Partido Popular Europeo. Por su parte, la hipotética vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca tendría unas consecuencias imprevisibles para la democracia en EE.UU. y en el resto del mundo. La vuelta del trumpismo daría alas a los partidos de corte autoritario y devaluaría la influencia y el papel de instituciones multilaterales como la OTAN.
En el plano económico, el 2023 ha puesto en evidencia que una política monetaria restrictiva de los bancos centrales, de subida de tipos de interés, sorpresivamente no ha afectado al empleo ni a los salarios e inversión y sí ha reducido la espiral inflacionista que era el objetivo perseguido. En nuestro país, el pasado ejercicio ha sido positivo en términos de crecimiento económico, superior al 2%, y de creación de empleo con 540.000 nuevos afiliados a la Seguridad Social. No obstante, el paro con 2,7 millones de personas, la abultada deuda pública de 1,5 billones de euros, un 111,2 del PIB y nuestra baja productividad siguen siendo nuestras grandes asignaturas pendientes. En cuanto a la inflación el IPC interanual se ha situado en el 3,1 % y la subyacente en el 3,8%, no obstante, la tasa de inflación de los productos alimenticios que conforman la cesta de la compra sigue aun alta, por encima del 7%. El BdE sitúa la media de inflación para el presente año en el 3,3%.
Un deseo para finalizar. Esperemos que en el 2024 la clase política deje de lado la crispación y las descalificaciones y se preocupe de los problemas de la gente, que siguen siendo muchos. Esta aptitud mejorará nuestra convivencia y bienestar.