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Desde el año 2020 el precio del petróleo ha vivido cuatro fases muy diferenciadas: la primera es una bajada muy brusca por la COVID, de hecho algunos vencimientos llegaron a cotizar en negativo. La demanda era nula, no había camiones, ni barcos, ni aviones… así que el coste de almacenamiento debía ser compensado.

La segunda, es la post-COVID hasta después del inicio de la invasión de Rusia a Ucrania. Políticas fiscales muy expansivas para paliar los efectos económicos de la pandemia (ayudas públicas) y monetarias de los Bancos Centrales que eran una continuación a varios años de tipos de interés negativos provocaron una actividad económica muy dinámica que conllevó una demanda de petróleo por encima de lo común.

El comienzo del conflicto de Ucrania supuso la puntilla para un petróleo que ya se había encarecido mucho. La importancia de la materia prima rusa en la economía preocupaba: posibles cortes y sanciones suponían una bajada de la oferta en un momento en el que la demanda estaba disparada, una tormenta perfecta para que el crudo se disparara. Sin embargo, en pocas semanas pasamos a una tercera fase: el impacto de la fuerte subida de tipos de interés iniciada a finales de 2021 en Reino Unido, en marzo de 2022 en EEUU y algo más tarde en la Zona Euro ya se dejó notar, la ralentización económica empezaba a ser un hecho y, más importante, la incertidumbre pesaba en la industria. Así, la demanda bajó fuertemente y con ella el precio del petróleo a pesar que la Guerra, desgraciadamente, seguía su curso.

La que es, de momento, la última y actual fase empezó en mayo: las rebajas de producción de la OPEP reducían la oferta para compensar la reducción de la demanda. La que hicieron en abril provocó un movimiento brusco para luego ver cierta estabilización que no varió cuando hicieron lo propio en junio. Sin embargo, la que anunció Arabia Saudí este verano, de forma sorprendente y unilateral, sí que ha sido el desencadenante del nuevo rally. Además, la esperada recuperación económica china (por potencial incremento de su demanda) aunque todavía no esté clara no ayuda. Esta nueva subida tiene un impacto en la bolsa: por un lado perjudica a casi todas las empresas para las que el combustible es un coste, mientras que, por otro, beneficia a las que le supone un ingreso (petroleras básicamente).
Pero más relevante es el efecto inflacionario: además del coste directo para las familias, si estas empresas suben precios será más difícil acabar con la inflación, que además está provocando la subida de tipos que también afectan a familias y empresas.

Como se ha podido ver con la descripción de estas cuatro fases, y como pasa en cualquier activo, la oferta y la demanda marcan el precio del petróleo, con el problema añadido que la oferta está en pocas manos y por lo tanto es más fácil manipular y más difícil de predecir. Parece que el rango 90-80 dólares es cómodo para los productores, si la demanda no se dispara, que es complicado, debería ser el rango más racional, aunque a veces se tarda en llegar a la racionalidad.