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Es normal que los inversores este año hayan tenido dudas, puesto que han recibido numerosas noticias de impacto: la inflación no acaba de frenarse, los bancos centrales siguen subiendo tipos o amenazan con hacerlo, Alemania y la zona euro han entrado en recesión y se teme que suceda lo mismo para Estados Unidos, la guerra de Ucrania se recrudece y el conflictor comercial entre China y EEUU también va cogiendo tintes peligrosos, con Taiwán en el punto de mira de ambas potencias. Por si fuera poco, las bolsas, y especialmente la renta fija, lo hicieron mal el año pasado con lo que los inversores pueden haber sufrido (u oír a otros que lo hacen). Y además, muchos se plantean amortizar hipotecas, o bien invertir en letras del Tesoro por un pírrico 3% (a lo que hay que descontar comisiones e impuestos).

Pues bien, ante este escenario de miedo del pequeño inversor, las bolsas no paran de subir: tenemos a los índices europeos por encima del 10%, también en ese entorno se mueve el S&P americano. Mucho más importantes son las subidas en el japonés Nikkei (+28%) o el tecnológico Nasdaq (+37%).
Siendo cierto todo lo anterior, ¿por qué las bolsas suben? Es simple, los inversores profesionales se adelantan: es cierto que la inflación no se ha parado, pero sí se está frenando y los datos de IPP (precios de producción) que funcionan como adelanto al IPC (consumo) están desplomándose. Por lo tanto, a pesar de las amenazas de los bancos centrales, los mercados ya no se lo creen. Sí debe preocupar más la temida recesión, pero puede también estar descontada con las caídas del año pasado, mientras sea realtivamente corta. Por lo que respecta a la guerra de Ucrania, fríamente (y no es gustoso hablar así) lo peor, financieramente, ha pasado y no ha sido nada grave. Además, la guerra comercial desatada entre China y Estados Unidos no deja de ser una oportunidad de inversión (véase la subida vertical que han protagonizado los semiconductores). Mientras los grandes inversores se han aprovechado de esta coyuntura, los pequeños se han quedado atrás, como siempre. No es difícil monitorizar la diferencia de inversión entre grandes y particulares. De hecho muchos analistas lo utilizan para invertir por Ley de Sentimiento Contrario. Entre otras herramientas, son muy fiables la Encuesta del Inversor Minorista de la AAII americana y el índice de volatilidad; mientras que para ver qué hacen los grandes nos podemos fijar en ratio pull-call, ratios de cobertura, etc. Resulta que mientras los pequeños han estado paralizados fruto del pánico, los grandes han comprado (o peor, les han comprado a los pequeños).

Como se ve en el gráfico, ahora los pequeños han despertado y la gran incógnita es saber si llegan tarde. Hay dos motivos para justificar cierto optimismo: los indicadores de miedo funcionan mejor con miedo (de ahí el nombre) que con euforia, niveles a los que, afortunadamente, tampoco se ha llegado. Además, y más importante, porque estas subidas de bolsas han sido muy selectivas: quedan muchas empresas y muchos sectores por subir, incluso varios de ellos están en rentabilidad negativa en 2023 ya que la subida la han protagonizado pocos, pero muy relevantes, activos.