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La maniobra de Putin de bloquear la llegada de gas a Europa a través del gasoducto Yamal, que discurre por Polonia, y el incremento automático del 11% en los precios futuros del gas que eso provocó, junto a los nuevos problemas con las cadenas de suministros y el encarecimiento de los alimentos, han zarandeado el cuadro de proyecciones elaborado por el BCE, y según Óscar Arce, más que probablemente llevarán a una revisión a la baja de sus actuales previsiones de crecimiento para los ejercicios de 2022 y 2023 y una revisión al alza de las de inflación. La magnitud de la revisión dependerá del curso que tomen los acontecimientos, pero desde el BCE ya descuentan que si Rusia decide cerrar el grifo del gas a la Europa Central y Occidental el próximo otoño las potenciales consecuencias para las economías del euro serán más que significativas. El cuadro de estrés perfilado por la institución presidida por Christine Lagarde plantea un precio del barril de petróleo entre los 170 y los 180 dólares, casi el doble que el actual; un precio del gas tres veces más caro en los mercados energéticos; y un encarecimiento aún mayor del precio de los alimentos, uno de los factores que según Arce más preocupa en Fráncfort hoy en día. El impacto sobre las economías del euro de un entorno de esa naturaleza sería «muy significativo». La inflación se mantendría cerca de los históricos niveles en que se mueve estos últimos meses casi hasta 2024 y las economías del euro no solo experimentarían un severo recorte de su crecimiento este año, sino que en conjunto entrarían en recesión en 2023, con una caída estimada del 1,7%, que afectaría de manera muy especial a Alemania.

La parte tranquilizadora del asunto es que ese no constituye todavía el escenario más probable que hoy en día baraja el BCE, que continúa previendo un crecimiento del 2,8% en el conjunto de la región para 2022 y un dato de inflación media del 6,8%. Lo inquietante es que todos los indicadores adelantados que manejan a estas alturas los «gurús» del BCE apuntan a un empeoramiento del crecimiento económico y a unas mayores tensiones inflacionistas.

El riesgo significativo en Europa es la estanflación, alta inflación con una economía que queda estancada. La solución no es fácil porque es traumática pero más vale el remedio que la enfermedad (estanflación). Subir tipos de interés, retirar estímulos monetarios y reducir el gasto público. Y no me refiero al gasto público necesario y productivo (sanidad, educación, tercera edad y personas necesitadas), me refiero al innecesario e improductivo (triplicidad de cargos y puestos, subvenciones inexplicables a entes públicos menos explicables, supervisión y control presupuestario del gasto). Y hay que empezar ya.