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Me intrigaba de pequeño cuando en las películas de guerra manejaban con absoluto convencimiento el concepto «hora H». No figuraba entre las agujas del reloj, pero como se te pasara, todo lo planeado se iba al traste, por muy bien planeado que estuviera.

Tras dos temporadas de letargo por la pandemia, creo que todos (sector público y privado) tenemos la sensación de que esta temporada es la hora H de Magaluf. En primer lugar porque ha habido una labor importante de transformación, tanto por el sector privado como por la Administración, y por otra parte por la urgencia, en el «ahora o llegaremos tarde».

Nos jugamos mucho, empezando por las propias administraciones; este será el primer año de aplicación efectiva del decreto de excesos aprobado hace dos años. Esta temporada, en que sí va a haber ocupación, será realmente la prueba de fuego no ya solo para la aplicabilidad y efectividad de las medidas, sino de la demostración de que existe la voluntad política real de cumplir y hacer cumplir lo reflejado en la norma. No puede quedarse en pólvora mojada.

No hace falta regular más ni añadir nuevas reglas. Si las administraciones, Govern, Consell Insular, ayuntamiento, fallan no solo tendrán que afrontar el efecto bumerán sobre la zona, sino el descrédito en el que pueden caer a menos de un año de las elecciones. No hay espacio para el error. Nadie puede permitírselo.

Pero también es crucial esta temporada por y para el sector privado por el impacto que puede tener en confirmar el cambio a mejor en el enfoque y percepción de la zona. Tras varios años de inversión y mejora de producto turístico y comercial en la zona, ya se percibe un aire nuevo, fresco en el destino; brotes del esperado giro que entre todos debemos seguir cuidando e impulsando para consolidar el cambio deseado. Y si hay algo que tienen los brotes, es que son frágiles. Mucho.

La compleja espiral virtuosa entre mayor confianza, mayor inversión, mejora de clientes, mayor actividad, mejora condiciones trabajadores, mejora de destino, debe alimentarse entre todos, pero la contribución de la parte pública es esencial en aglutinar la confianza de todos los actores. Por supuesto que son muchas las iniciativas orientadas a favorecer el atractivo de la zona, mejorar la oferta, pero no podemos pasar por alto que un buen número de medidas debe focalizarse en el muy, muy corto plazo para garantizar, antes que nada, la seguridad y tranquilidad de residentes y turistas en la zona; a las claras: debiéramos ver en breve la medidas urgentes y efectivas sobre prostitución e inseguridad callejera, robos en zonas públicas, venta ambulante, menudeo de estupefacientes, aplicación estricta de las ordenanzas existentes sobre terrazas, ruidos u ocupación indebida de la vía pública.
En una temporada que apunta a ser una de las mejores que se recuerda, el esfuerzo de todos debe enfocarse no solo en apoyar iniciativas que aceleran el cambio hacia el nuevo modelo a través de conciertos, festivales de literatura, la aparición de huéspedes del segmento MICE y de muchos turistas con idiomas que no sea el inglés tradicional, mercadillos con cierto aire hippie… impensables hace unos años, sino que también debe luchar por normalizar la oferta alineándola al segmento de cliente que todos deseamos.

Lo que no se haga en estos próximos 120 días y logremos demostrar antes del 30 de septiembre, no existirá. Se necesitan medidas valientes. Valientes como esos paracaidistas de mis películas que, tras mirar el reloj, saltaban en la hora H.