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Como si del propio perro de Palov se tratase, observe como un pequeño perro negro bien pulcro, limpio y cuidado sujeto a su bella correa estirada por su elegante dueño saltaba exhausto de alegría, feliz y eufórico. Antonia, la panadera de mi barrio, salía a recibirle en el umbral de su antigua panadería, con un pequeño «crespell» (pastel típico mallorquín que adquiere formas de flor, corazón e incluso animalitos como conejos en época de Pascua), que seguramente no era la primera vez que le entregaba ese pequeño manjar.

Digno de admiración y de poderlo grabar con mi iPhone de última generación (que no es mi caso, porque el mío está obsoleto y es únicamente iPhone versión 8), para que esa escena se convirtiese en viral en la red. Lo sorprendente es que tanto el dueño, la panadera, como el perro, se mostraban felices, reían y el can se movía, saltando y salivando ante la suculenta pieza dulce y sabrosa. Pero yo, como observadora expectante, también me reía y estaba sorprendida al darme cuenta de cómo aquellas imágenes y escenas de la vida cotidiana, hacen que volvamos al «aquí y al ahora».

La presencia comunicativa siempre tan reivindicada. Con nuestros pensamientos en blanco y nuestros sentidos dirigidos hacia la escena, hacia la realidad. En ocasiones, nos perdemos momentos, detalles, experiencias, actos, sensaciones por no observarnos o por cerrar los ojos y solo centrarnos en nuestro discurso interior. Escenas óptimas y positivas que nos confortan, nos hacen reír, interpretar, conectar y sentir…

Rescatemos la sensibilidad y la confianza perdida, y volvamos a los entornos sociales más cercanos, saludables, repletos de pequeñas cosas y detalles como esta escena sencilla y simple de la panadera y el perro.

Me encanta mi barrio y sus gentes. Los olores, sus calles, sus edificios incluidos los graffiti que invaden esas fachadas de iglesias, puertas sobrias y regias, antiguas bellísimas, y ahora pintadas de negro y rojo.

No dejemos de mirar como observadores curiosos la realidad que nos rodea, pero eso sí, discriminemos y dirijamos nuestra atención y orientación adecuadamente hacia el otro u otros.