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Ha finalizado el año 2021 con más incertidumbre que certezas. Cuando parecía que veíamos el final de la pandemia, aparece una sexta ola con un crecimiento de contagios exponencial, la inflación se sitúa en máximos de treinta años, los costes energéticos en niveles nunca vistos y unos movimientos geopolíticos nada tranquilizadores entre otras cosas.

Todo ello hace que al plantearnos el nuevo año, nos puedan surgir preguntas que a los empresarios nos asaltan a la hora de plantear un nuevo año. Preguntas como: ¿la inflación elevada será algo coyuntural o será estructural como ya dicen algunos expertos? ¿Acabada la sexta ola y el proceso de vacunación la pandemia pasará a ser una endemia? ¿Se cumplirán las previsiones de crecimiento o tendrán razón los que vaticinan que será mucho menores? ¿Qué cambios de hábitos y sociales serán lo que finalmente se quedarán?

Sin duda son preguntas que según se resuelvan tendrán un impacto u otro en la economía, la sociedad por lo tanto en las empresas y a la que los empresarios tenemos que adaptarnos.

De todo ello creo que si podemos afirmar que en el nuevo año seguirá la incertidumbre a la que habrá que ir adaptándose. Cuando pienso en ello, en los momentos que como empresarios tenemos esa inquietud interna de cierto desánimo, cansancio de seguir luchando, no ver que la situación se aclare y porque no decir de angustia. Me vienen a la mente ejemplos de personas que en situaciones complicadas, de cambio o desgraciadas han sido capaces de superarse y crecer personalmente o profesionalmente. Hay multitud de ejemplos en el deporte, personas con alguna discapacidad e incluso seguro que conocemos personas próximas que han padecido alguna desgracia que se han sobrepuesto de forma admirable. Si bien es verdad que con esfuerzo, constancia, pasión y coraje.
Aunque en todas ellas además de las cualidades antes mencionadas hay una sobresaliente que todos tiene en común y que es el motor que les impulsa y les guía, su propósito.

Esta firmeza en el propósito, es lo que nos lleva, nos guía a pensar en los que sí podemos.
No sabemos si la inflación seguirá a estos niveles con la dificultad que tendremos de trasladarla a la demanda, pero si podemos es acelerar la robotización de aquellos procesos que no crean valor, trabajar para que nuestras organizaciones sean «más liquidas» y nuestros colaboradores tengan autonomía, un propósito y se desarrollen profesionalmente o quizás trabajar con nuestros proveedores para eliminar ineficiencias de la cadena de valor.

No sabemos si los precios de los suministros se mantendrán en estos niveles, pero si podemos es acelerar la renovación de equipamiento más eficiente, introducir IoT y 5G para mejorar el control y la gestión, invertir en la instalación de energía renovable o invertir en mejorar la capacitación de nuestros equipos en buenas prácticas medioambientales.

No sabemos, aunque deseamos, que esta sexta ola sea el último coletazo de la pandemia, pero sí podemos mejorar nuestros protocolos de seguridad y hacerlos más eficientes para transmitir confianza.

No sabemos qué cambios y hábitos sociales permanecerán, pero sí podemos estar atentos, mente abierta, probar y experimentar para adaptar lo más rápidamente nuestras empresas.

No sabemos si la economía crecerá como las previsiones del gobierno que sustentan los Presupuestos del Estado o por el contrario tendrán razón las múltiples entidades e institutos que vaticinan un crecimiento sustancialmente menor, pero lo si podemos trabajar para fortalecer nuestros balances, variabilizar nuestros costes fijos o estructurar nuestra deuda pensando en lo peor
Si nos centramos en lo que si podemos, tomamos el control de nuestra realidad, a la vez que convertimos un círculo vicioso, negativo, en uno positivo y revitalizante.

Es en este propósito, donde los empresarios podemos encontrar esa razón de ser que nos impulse y ayude a sobreponernos, a pesar de las incertidumbres y el cansancio que arrastramos de dos años muy duros.