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Atrás quedaron los días en que un aula significaba pizarras, tizas y montones de libros. La configuración de la educación moderna está bastante orientada a la tecnología para adaptarse mejor a las necesidades de la Generación Alfa, que requiere un sistema de aprendizaje más receptivo y más personalizado. El uso de la tecnología en las aulas, el aprendizaje personalizado, el boom del emprendimiento y el fomento de la creatividad llevan a cambios muy visibles en los espacios físicos y en la filosofía de la educación en general.

Necesitamos por tanto un nuevo modelo de escuela, más automatizada y digital, con un rediseño de sus espacios educativos y que sea más abierta y flexible. El aprendizaje se deberá desarrollar en múltiples espacios físicos y virtuales tanto dentro como fuera de la escuela, que se convertirá en un entorno interactivo, primando la autonomía de los alumnos y su participación activa. La necesidad de centrarnos en el pensamiento crítico y la resolución de problemas, la mayor sensibilidad cultural y la mayor conciencia medioambiental, nos lleva necesariamente a cambios muy visibles en los espacios físicos.

La neurociencia nos aporta evidencias sobre la influencia de las condiciones físicas en los procesos cognitivos implicados en el aprendizaje, y por ello lo deseable es crear en todas las estancias de la escuela ambientes donde los sentidos cobren especial importancia. Que la luz, el sonido, el color, el olor y el tacto sean el despertar de aquellas emociones que generan curiosidad e inquietudes y, en consecuencia, aprendizaje de forma natural en los alumnos.

La revolución de los espacios educativos pasa por reconocer el derecho del niño a aprender, pero también a jugar, pues el juego también genera aprendizaje. Se necesitan espacios dedicados a las inteligencias múltiples, a estrategias cognitivas, a la realización de proyectos, espacios para reflexionar y pensar, para trabajar por grupos, para resolver conflictos, etc. El aprendizaje se extiende a todas las zonas y espacios de la escuela, debiendo estar adaptados a las necesidades de sus alumnos.

Las tendencias nos indican que se deben rediseñar los espacios educativos para que sean más abiertos, amplios, flexibles, luminosos, facilitadores de la comunicación y el encuentro, estimuladores de la participación activa y de la creatividad, favoreciendo con ello una comunidad educativa más acogedora y que genera unos procesos de enseñanza-aprendizaje más atractivos.

Esos procesos de aprendizaje deben basarse más en proyectos que en asignaturas, que serán sustituidas por ámbitos temáticos, sesiones de práctica de habilidades, talleres específicos, etc. Los horarios deben ser flexibles para que los alumnos lleven su propio ritmo y adaptados a lo que necesiten en cada momento, primando el aprendizaje personalizado en el que el profesor es un guía del aprendizaje y transformando a su vez el sentido de la evaluación, que debe considerar todo el proceso de aprendizaje de cada alumno.

En resumen, necesitamos una escuela más abierta y flexible con espacios y procesos de aprendizaje atractivos y adaptados a las necesidades de los alumnos.