Y no nos pondremos de acuerdo porque, de entrada, ya no coincidiremos sobre qué es eso del “salario medio” al no haber unanimidad respecto las partidas que lo incluyen o las fuentes (metodologías) a utilizar. De hecho, las fuentes ni son homogéneas ni todos los países las tratan del mismo modo.
En lo que sí existe acuerdo, salvo algunos estudios realizados por sindicatos, y es sobre sus efectos sobre el empleo. Como destaca el “Informe de la Comisión Asesora para el Análisis del SMI”, encargado por el Ministerio de Trabajo y Economía Social, hay aspectos que considerar como el impacto de una subida del SMI respecto la variación del empleo; la variación de la intensidad laboral contratada; un potencial descenso/aumento de la creación de empleo, y/o de las horas contratadas; y su impacto en otros salarios, y en la distribución salarial. Reconozco que la mayoría de los estudios –históricamente- se han centrado en sus efectos sobre la variación en el empleo, al ser lo que genera un mayor impacto y/o titulares más gruesos.
En la última subida, la de 2019, cuando se elevó un 22% hasta los 900 euros la afiliación descendió en algo más de 200.000 empleos, incluyendo el sesgo de efecto estacional. Entiendo que puede ser una estimación exagerada pero, por ejemplo, la Comisión Europea estimó la destrucción de empleo en unos 70.000, el servicio de estudios del BBVA en unos 160.000 y también fueron polémicas las estimaciones del Banco de España que fijaba la pérdida de empleo en una horquilla de entre los 80.000 y 140.000.
Desconozco la cifra exacta, porque todo son aproximaciones, pero, como economista, tengo claro que una subida artificial de cualquier precio por encima del precio de equilibrio (mercado) va a generar una reducción de la demanda, por definición, y un exceso de oferta (es decir más paro).
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