Es una posición cómoda criticar a toro pasado las actuaciones de los demás. Pero hay veces que la capacidad de anticipación es exigible, y si la realidad te alcanza sin haber previsto los escenarios y tu plan de actuación para cada uno de ellos, pues lo has hecho mal, o muy mal.
Después de escuchar al presidente francés, Macron, exigiendo la vacunación de todo su personal sanitario y de cuidado de mayores, y anunciando la exigencia del certificado COVID para circular por bares, restaurantes y eventos, la pregunta viene sola, ¿por qué no se ha hecho antes?
Hace tiempo que sabemos o confiamos en que la vacuna es el camino menos lesivo para salir de la pandemia. Hemos escuchado también un lenguaje bélico, de fanfarria, que estamos en guerra contra el virus y la pandemia. En las guerras se toman medidas extraordinarias, y la vacunación obligatoria de todas aquellas personas que trabajan en contacto con el público no parece una medida tan excesiva en el contexto en que estamos. Aun así, en España, estamos esperando, no sabemos a qué.
La vacunación es un deber cívico. A lo peor no impide la prolongación de la pandemia, pero la mejor contribución que cualquiera de nosotros puede hacer a la comunidad en queé vivimos es vacunarse. Y negarse, casi un delito de lesa patria. En Eivissa y Formentera, desde luego. Nuestra fuente de riqueza colectiva, el turismo, es incompatible con la pandemia y los contagios.
La deserción está castigada en el código penal militar. Pues lo mismo deberíamos hacer con quienes, pudiendo, no quieren vacunarse en tiempos de guerra contra el virus. Deberían padecer un estado de alarma personalizado: solo podrían salir a trabajar (si pueden guardar la distancia...), al supermercado y a la farmacia... Ni a pasear, ni a un bar, ni a un teatro, nada. Tienen derecho a elegir no vacunarse, pero no tienen derecho a aumentar la posibilidad de contagio de otros, ni a llevarnos a la ruina. Además, es justo reconocer que los trabajadores y empresarios de los bares, y restaurantes, ocio nocturno, transporte... y los sanitarios, de Balears, que se han llevado la peor parte, se merecen que todos nos vacunemos.
Acabo de ver en televisión a nuestra presidenta “suplicar” a los trabajadores de las residencias que se vacunen. ¿Hasta cuándo iremos por detrás de los acontecimientos?
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