La comunicación efectiva exige «estar presente con el otro» y de forma consciente, es decir, contactar y conectar emocionalmente de manera recíproca.
La comunicación efectiva exige «estar presente con el otro» y de forma consciente, es decir, contactar y conectar emocionalmente de manera recíproca. Para ello, la empatía «genuina» y «sentida» permitirá captar las necesidades del otro y acompañarlo. Hace poco leí un anuncio en una Escuela de la Gestalt (terapia psicológica) que promocionaba un atrayente curso de comunicación. Usaban una historia para atraer a los alumnos. El caso de un consejero de un Gobierno autonómico que fue a una inauguración y, como suele suceder en estos casos, a su llegada se encontró con un grupo de empresarios que le esperaban para recibirle. Tras salir de su automóvil, los fue saludando uno por uno, al tiempo que cada uno de ellos se presentaba indicando su nombre y el nombre de su empresa a la que representaba. Al llegar a la última persona del grupo, el consejero le dio la mano y con semblante interrogativo esperó a que se presentase el otro. Visiblemente turbada, la persona en cuestión le dijo: «Consejero, soy su asistente de prensa, hoy me toca a mí acompañarle». La anécdota no tendría más trascendencia si no fuera por el hecho de que el asistente de prensa no era nuevo: llevaba casi dos años trabajando para el consejero. Sin embargo, se consideraba lo que se denomina gente invisible: personas que están allí, que existen, pero que nos pasan totalmente inadvertidas o simplemente ignoramos su presencia, que nos olvidamos de citar cuando rememoramos un proyecto, un premio o un encuentro.
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