Por aquel entonces, Jaume Pascual Riquer y Esperança Cardona empezaron a regentar el negocio Tienda y Posada de Can Aguiló, que era como se llamaba antes. En el año 1925, Jaume Pascual Riquer pasó el negocio a su hijo Francisco Pascual Cardona, el padre de Jaume Pascual Torres.
“En los años 60, el dueño de la finca donde estaba la tienda necesitaba dinero, llegó a un acuerdo con mi padre y mi padre compró la tienda. Y es entonces cuando empezó a llamarse Can Pascual”, recuerda Jaume Pascual Torres, que ahora tiene 74 años y nació, igual que sus hermanos Paco y Lina, en el piso de arriba de la tienda Can Pascual. Pascual Torres explica que en la tienda se vendía de todo, desde aceite de oliva a granel hasta petróleo, pasando por harina y arroz y jarras.
“Había familias de la zona que tenían pocos recursos y hacían trueque; venían y se llevaban arroz y harina y, como no tenían dinero, no pagaban y mi padre lo apuntaba en la libreta. Cuando llegaba la época de recoger algarroba y el blat nos traían, es papá hacía la cuenta y luego lo iba restando. Tenemos que ser francos, antes de los 60 teníamos para comer y beber, pero no teníamos dinero; estábamos todos igual”, rememora.
Uno de los recuerdos más vívidos que tiene este vecino es que, cuando era pequeño, la gente de fincas cercanas que iba a misa los domingos “venía a cambiarse los estrivancus (espardenyes viejas) con las que venían caminando por los caminos de tierra al rinconcito de debajo de la escalera de nuestra casa; ahí se sentaban en la cadireta y se cambiaban las espardenyes por calzado más ‘curioso' para asistir a misa. Cuando acababa el oficio, volvían al rinconcito a cambiarse el calzado por las espardenyes y ya aprovechaban y hacían la compra de sus necesidades básicas. Ese rinconcito era el almacén de las cadiretes de misa y espardenyes. Yo era pequeño, pero me acuerdo perfectamente. Éramos todos una gran familia, nos conocíamos y todos nos ayudábamos”, precisa.
EL ‘BOOM'. Con la llegada de los años 60 empezó el boom de la construcción en Eivissa y empezaron a surgir las primeras urbanizaciones de la zona, como Roca Llisa y Can Furnet. Su padre, Francisco Pascual Cardona, se levantaba cada día a las seis de la mañana para ir a buscar pan en bici al horno de Can Vadell de la ciudad de Eivissa: “Volvía con un saco de pan para abrir la tienda a las siete de la mañana; cuando abría, los obreros que estaban haciendo las urbanizaciones podían venir a hacer un bocata o un pa amb oli”.
Entonces, pusieron un “mostrador de dos metros de largo y servíamos alguna copita de coñac o anís”, precisa y añade que, por aquel entonces, se trabajaba mucho: “Es papá y sa mamá eran muy trabajadores. Mi padre se levantaba a las seis de la mañana, iba a por el pan y abría a las siete la tienda hasta las diez de la noche y a mediodía no cerrábamos; cuando estábamos comiendo si entraba alguien bajábamos alguno, lo despachábamos y luego seguíamos comiendo”, rememora.
Otro recuerdo de aquella época es que los primeros habitantes de las urbanizaciones de la zona, “que eran madrileños, burgueses que tenían dinero”, llegaban con su coche a Can Pascual, aparcaban en la puerta y, como al lado de la tienda tenían un pequeño huertecito, “decían: ‘Paco, a ver si tienes tomates' y le poníamos un kilo recién cogido en una bolsa de papel; ese tomate recién cogido tenía un olor fuerte, a planta, lo lavabas y solo con un poco de aceite y sal lo disfrutaban y nos lo decían. Era muy gracioso”.
EL FUTURO. Jaume Pascual Torres está contento con la evolución que ha seguido este negocio centenario a base de “mucho trabajo”. “Tengo tres hijos, el mayor ha cogido las riendas de la tienda y estoy contento porque tiene continuidad. Hemos llegado hasta aquí con mucho sacrificio y trabajo”, precisa. En la época de verano, Can Pascual tiene 10 trabajadores, que se reducen a seis o siete en invierno. Las grandes superficies les han afectado mínimamente. “Casi no hemos bajado ventas porque en estos tiempos nos hemos organizado; pertenecemos al grupo PASA y podemos comprar a mejor precio. Antes comprábamos a través de intermediarios, ahora directamente a proveedores, por lo que somos más competitivos”, explica.
Su hijo, Francisco Pascual Roig, regenta actualmente este negocio centenario, aunque su padre va cada día. Sobre cuál considera que es la fórmula para que un pequeño comercio viva 100 años, Pascual Roig tiene claro que es “mucho trabajo y mucho sacrificio. Muchas horas de dedicación dejando de lado otras cosas”.
La cercanía que siempre han tenido con los clientes es clave, ya que “si no tenemos algo y nos lo piden, lo intentamos conseguir”. Durante muchos años, además, Can Pascual ha sido el centro neurálgico de Jesús ya que fue la primera tienda, el primer puesto de correo y de tabaco y el primer bar del pueblo. “Can Pascual es una tienda de barrio de toda la vida en la que puedes encontrar todo tipo de productos y si no lo tenemos, lo intentamos conseguir”.
A diferencia de grandes cadenas de supermercados, en Can Pascual ofrecen cercanía y proximidad: “Nos diferenciamos con un producto un poco más cuidado, producto de cercanía. Hay más proximidad en el trato, algo que en las grandes superficies no tienes porque eres un número”.
En Can Pascual han visto pasar varias generaciones de la misma familia. Y es que una de las características que definen a este negocio es la fidelidad de sus clientes: “Cuando mi bisabuelo empezó con la tienda, Jesús era cuatro casas y ahora casi se junta con Vila de lo que ha crecido; hemos visto mucha historia de Eivissa”.
Esta pequeña tienda recibió en septiembre un homenaje en el centro cultural de Jesús. “Fue muy emotivo; vinieron muchos vecinos y amigos de la zona y de otras partes de la isla; nos llegaron a felicitar clientes por redes sociales desde otros puntos del país y del mundo”, concluye.
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