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Cantantes de la talla de Georgie Dann (“El chiringuito” o “La Barbacoa”), Raffaela Carrà (“Fiesta” o “Hay que venir al sur”), King Africa (“Mamá yo quiero”) son famosos por sus canciones del verano aunque, según el monstruo de la radio Joaquín Luqui (1948-2005), el primer éxito musical veraniego lo protagonizó en 1966 el cantante y compositor Luis Aguilé con su tema “Juanita Banana”.

Entiendo que ellos son los grandes damnificados de que la “canción del verano” genere menos interés hoy en día que el que provocaba en su época. Antes la música se escuchaba de otra manera. ¿Te acuerdas de los cedés, los casetes… o los vinilos? Si por ellos fuera -que no creo- seguro que les encantaría que se les subvencionaran los conciertos, se bonificara la compra de sus discos, se limitara a treinta canciones “oficiales” de las suyas por cada canción de David Guetta o que tuvieran que pasar 15 minutos entre canción y canción de Calvin Harris.

Los gustos, la tecnología, el mercado, etc. han evolucionado.

Con el sector de la movilidad ocurre lo mismo. Me refiero al sector del taxi… y lo sabes.
No niego que pudieran tener sus razones para reivindicar lo que -en su opinión- consideran justo, pero ante el secuestro de todo un servicio público como es el del taxi siempre, ante cualquier defensa de proteccionismos, me viene a la cabeza “La petición de los fabricantes de velas” que es una conocida sátira publicada en 1845 por Frédéric Bastiat (1801-1850), economista francés y defensor del liberalismo y el libre mercado. En ella, unos supuestos fabricantes de velas realizaban una petición ficticia a la Cámara de Diputados francesa que comenzaba de forma bastante explícita: “Nosotros sufrimos la intolerable competencia de un rival extranjero, en unas condiciones tan superiores a las nuestras en la producción de la luz, que inunda nuestro mercado a precios extraordinariamente reducidos (…). Ese rival no es otro que el sol”. Sí… el sol.

Los fabricantes de velas solicitaban que se creara una ley que ordenara el cierre de todas las ventanas, tragaluces, cortinas, persianas y aberturas por las que la luz del sol penetraba en las casas, en perjuicio de las industrias nacionales. Curioso, ¿no?
Y me pregunto yo, ¿no será parecidas las reivindicaciones de los taxistas?