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La integración europea ha sido un proyecto exitoso hasta ahora, al lograr superar los enfrentamientos históricos y mejorar el bienestar de los ciudadanos europeos. Ha unido a los españoles entre sí y con los europeos en un proyecto común que recientemente se ha roto en mil pedazos con la crisis del euro. Han vuelto todos los fantasmas del pasado.

La insolidaridad de unos países con otros, regiones más ricas que prefieren hacer su camino propio independizándose del resto del país y la desafección al proyecto europeo abandonando ese proyecto común para ir cada uno por su lado con propuestas de salir del euro e incluso de la Unión.

Algunos partidos importantes de España, Grecia, Italia y Francia han llegado a decir que la solución a la crisis es no pagar la deuda, salir del euro y tomar el control de la emisión de dinero.

En España los ciudadanos se habían acostumbrado a crecimientos continuos de su nivel de renta, con salarios crecientes y casi pleno empleo, incluido los cinco millones de inmigrantes, ya que desde la recesión de 1993 hasta la del 2009 han sido 15 años de crecimiento económico espectacular.

Un crecimiento acumulado del 54% (crecimiento anual medio del PIB de 3,6%), más del doble que el alemán, con un crecimiento acumulado del 24,8% (crecimiento anual medio del 1,65%). No cabe duda de que el proceso de integración europea ha transformado a España.

Bajo el paraguas del euro, en estos casi 20 años del siglo XXI también nos ha ido a los españoles mejor que a los alemanes (un crecimiento acumulado de 36,4% frente al 26,8% de Alemania) y eso a pesar de las dos fuertes recesiones que hemos tenido (la del año 2009 y la de los años 2011-2012-2013).

Además una moneda fuerte como el euro ha permitido mantener el poder de compra de los pensionistas y los asalariados. ¿Alguien se ha preguntado qué hubiera sido de unos y otros con la peseta, la monetización de la deuda y la inflación de dos dígitos de nuestro pasado reciente? ¿A qué se debe este malestar ciudadano actual que se revuelve contra Europa y el euro, quejándose de la pobreza y la desigualdad y de no recibir suficiente ayuda o de que no nos dejen endeudar más?

¿El rigor alemán de obligarnos a la estabilidad de precios y al equilibrio del presupuesto nos fuerza a hacer lo que debemos, pero que no somos capaces de hacer? ¿Nos volvemos nostálgicos y echamos de menos la época que éramos soberanos y podíamos devaluar la moneda y endeudarnos a costa de una enorme inflación? No podemos volver atrás. Salir del euro sería un desastre, ya que tendríamos que pagar en moneda fuerte (euro) con una moneda débil (la peseta) la enorme deuda externa que hemos acumulado.

La frustración actual, la desesperanza y la rebelión se fraguó en este último ciclo económico por cómo se ha desarrollado, tanto en los años de crecimiento como en los años de crisis, y en la forma en que se ha producido la recuperación. En la fase de auge, en la llamada burbuja inmobiliaria, España aumentó su deuda exterior en 35 veces la que tenía a principios de siglo.

Las empresas, especialmente constructoras, y los hogares se endeudaron con las cajas de ahorro y estas con los bancos alemanes y franceses. Estos préstamos se dirigieron a la compra de bienes de consumo, coches y viviendas, y a obras públicas, muchas innecesarias, dando lugar a la corrupción y al despilfarro, no a inversiones industriales y tecnológicas, ni a investigación y formación que mejorasen la productividad. Es decir, a seguir la tradición de obtener grandes ganancias a corto plazo y no a poner las bases del futuro.

La burbuja inmobiliaria generó también una enorme distorsión en el mercado de trabajo, una generación de jóvenes españoles e inmigrantes como peones de la construcción que ganaban más que un médico, un profesor o un investigador. Una generación que abandonó los estudios y que ahora está en paro, con problemas para incorporarse al mercado.

A la crisis de 2009 le siguió una política europea equivocada, obligando a la austeridad en un momento de gran recesión y con la circunstancia de que España exhausta no tenía recursos porque los malgastó endeudándose en la etapa de auge, lo que llevó a una segunda recesión de tres años y a un crecimiento económico posterior con mucha desigualdad generada por el desplome de los salarios y el crecimiento de los beneficios. ¿Cómo salir de esta situación y recuperar ese objetivo común perdido? Lo debatiremos en el próximo artículo.