Una de las principales propuestas de venta de las plataformas de alquiler turístico es que sus clientes, al contrario de lo que ocurre en los hoteles, van a pasar unos días viviendo como los locales y por ello aconsejan a los propietarios –o más bien a los empleados de las empresas que alquilan los alojamientos– que dejen recomendaciones escritas para que los clientes conozcan su bar favorito, esa tasca que no sale en las guías o la pequeña tienda que vende productos de la tierra.
De esta manera se distinguirían de los hoteles que se limitan a dar hospedaje.
Sin duda en las grandes ciudades es una recomendación interesante y que los clientes atenderán. Cualquier ayuda para navegar por Tokio o Nueva York es de agradecer. La población local se renueva constantemente por el alto precio de compra o alquiler que exije altos salarios de los que no disponen ni los más jóvenes ni los jubilados.
En las ciudades de tamaño medio, como Madrid, Barcelona o Roma, los barrios están mucho más estabilizados. Hay muchos pisos modestos en el centro de las ciudades con rentas controladas y un conjunto de servicios acordes con esas necesidades, desde la modista al zapatero remendón, pasando por el bar de toda la vida.
El natural proceso de evolución, con la rehabilitación de muchas viviendas, que ya había tenido lugar en partes de esas ciudades, se ha visto acelerado con la llegada de las plataformas de alquiler, al incrementarse el valor de las propiedades hasta niveles que no pueden pagar los actuales inquilinos, desapareciendo así el carácter local de muchos barrios. Lo mismo ocurre con las tiendas. Los viejos propietarios venden y al zapatero remendón le sustituye un McDonald's o una tienda de souvenirs de chinos o paquistaníes.
En ciudades más pequeñas y de fuerte componente turístico, véase Venecia, el proceso ya casi ha terminado con la desaparición de la población local, que huye a lugares más apartados y se lleva con ella una parte del carácter que buscan los turistas.
Otras ciudades de ese tamaño, como Palma, no han llegado todavía tan lejos, pero van por esa senda. Las restricciones normativas dificultarán el ritmo de la transformación, algo que agradecerá la población actual, pero es difícil que evite el proceso de gentrificación.
El turismo cierra así un círculo vicioso. Se visita un lugar para conocer cómo viven los locales y los lugares en los que compran, pero unos y otros han ido desapareciendo y el éxito de la propuesta se convierte en fracaso de la realidad. Siguiendo la dialéctica marxista, a la tesis le sigue la antítesis –en la que nos encontramos ahora– para poder llegar a la síntesis, que será el resultado de una nueva realidad. Ojalá la historia sea más amable con esta de lo que lo fue con otras síntesis marxistas, aprovechando que estamos en el bicentenario del autor.
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