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¿Cómo es nuestro sistema monetario actual? ¿Cómo ha evolucionado hasta aquí? ¿Son los bitcóins y otras monedas virtuales similares al sistema basado en el patrón oro que ha reinado en el pasado, o sustituirá en el futuro al actual? ¿Son las monedas virtuales, dinero, o mercancías sintéticas similares al oro y otros activos? ¿Puede ser el comienzo de una moneda global independiente de los estados? ¿Es un sistema de pagos alternativo impulsado por los actuales jóvenes nativos digitales? ¿Qué es lo que atrae a la gente que le impulsa a comprar bitcóins y otras monedas virtuales? ¿El crecimiento de las monedas virtuales está impulsado por los grandes monopolios mundiales tecnológicos en coherencia con la digitalización de la economía ? ¿O se debe al impulso de la economía sumergida, especialmente del narcotráfico y de otros bienes prohibidos? ¿Están prohibidas o reguladas estas nuevas monedas encriptadas por los estados y los bancos centrales? Comentaremos en este y futuros artículos estas preguntas ante el desafío de las nuevas monedas virtuales al sistema monetario de hoy.

La cantidad de dinero en circulación tiene que ser la adecuada para facilitar la actividad económica. Actualmente el monopolio del dinero lo tiene el estado y los bancos centrales, que emiten el dinero legal, regulan el dinero bancario, validan, dan seguridad y obligan a aceptarlo en el pago de las transacciones y deudas. Los bancos centrales tienen que controlar la creación del dinero bancario a través de la política monetaria. En una economía abierta global, la variación del dinero afecta al crecimiento, al gasto, a la inversión a la producción, a los precios, al empleo y a las relaciones comerciales y financieras con otros países, a través de los tipos de interés y de los tipos de cambio de las monedas. De ahí la importancia del control monetario. Las monedas virtuales suponen un desafío nacional y global, porque se generan entre particulares sin la intervención de los estados y los bancos centrales. Actualmente los bitcóins y otras monedas virtuales se aceptan por grandes empresas tecnológicas, incluso podría decirse que su uso está impulsado por este tipo de empresas de la economía digital, como Dell, Microsoft, Google, Amazon, Virgin, Paypal y muchas otras; hay cajeros virtuales de compraventa y conversión con otras monedas, y se extiende su compra por motivos especulativos entre particulares. Las historias de gente que se ha hecho millonaria en poco tiempo atrae el interés de un gran público que duda si comprar bitcóins debido a su rápida revalorización en el pasado.

Puede decirse que el bitcóin y otras monedas virtuales no cumplen las condiciones básicas del dinero, que es ser aceptado como medio de pago sin limitaciones y de forma general, y además que su valor sea estable para poder graduar su uso en el tiempo. Sin embargo el precio del bitcóin puede aumentar en más de un mil por ciento en un año o desplomarse en horas. Su volatilidad es muy elevada, por lo tanto es una inversión de alto riesgo. En este sentido se parece más a las acciones de compañías de la economía digital que a lo que consideramos dinero. ¿Quién está dispuesto a que le paguen su sueldo o su pensión en bitcóins en estas circunstancias? Sin embargo, si se extiende su uso y se utilizan como medio de cambio entre particulares y empresas de forma generalizada y su cotización se normaliza, sería un verdadero reto al sistema actual, pues escaparía al control de los estados. A nivel macroeconómico sería un verdadero desastre su implantación pues impediría o dificultaría las políticas monetarias y fiscales. Los bancos centrales no podrían regular la cantidad de dinero que necesita la economía real y Hacienda tendría muy difícil la recaudación de impuestos y la lucha contra la economía sumergida. La batalla está servida, la digitalización financiera está transcurriendo por caminos insospechados hace poco tiempo. En el próximo artículo se profundizará en las características de este tipo de monedas y en su parecido con los sistemas monetarios del pasado, especialmente con el patrón oro, que dominó las relaciones financieras internacionales hasta la Segunda Guerra Mundial.