Tan famoso como el libro citado es su conferencia de aceptación del Nobel titulada "La pretensión del conocimiento", pues ni siquiera un equipo compuesto por las mentes más brillantes sería capaz de crear un sistema económico que funcionara al margen de los costes y los precios y dejara a todo el mundo satisfecho.
Cuando se crea una Ley Turística Balear o se aspira a negociar un Régimen Especial Balear, que compense los costes de la insularidad, es posible que, como le sucediera al mitológico Ícaro el ardiente sol derrita las alas del que lo intente.
La mayoría de las veces, la mera pretensión de hacer el bien no garantiza que dicho objetivo se consiga. El BOE, en nuestro caso el BOIB, no puede ir siempre como la locomotora de "Los hermanos Marx en el Oeste" con "más madera esto es la guerra", muchos casos en modo de prueba y error.
A nuestros políticos les falta humildad para aceptar que no siempre se puede contentar a todo el mundo y que muchas veces la solución está fuera de "su zona de confort". Es decir, a veces la solución no consiste en reducir plazas hoteleras para regular el turismo... o tal vez sí, o la solución puede ser todo lo contrario sencillamente porque si la gente quiere venir a nuestras islas vendrá… y mejor si lo hace a establecimientos regulados.
La diáspora de empresas catalanas, por las circunstancias ya conocidas, no ha tenido un destino repartido equitativamente y sí bastante concentrado. Creo que si nos preguntáramos ¿cuántas empresas han venido a Baleares? o ¿cuál es nuestra capacidad de atracción de esas o de cualquier otra empresa que busque localizarse?, nos dará alguna respuesta sobre dónde se tiene que poner el foco a la hora de compensar nuestro hecho insular, mejorando nuestra capacidad de creación de riqueza y competitividad. Por ello, no sé si nuestra referencia debiera ser Canarias o, en mi opinión, mejor Irlanda.
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