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Según algunas encuestas un quince por ciento de los turistas que nos visitan tienen como principal motivación la gastronómica. Eso significaría más de diez millones. Algunos expertos, obviamente relacionados con ese mundo, nos ofrecen cifras aun superiores. Permítanme que lo dude.

Los inmensos avances de los últimos años con alguno de nuestros restaurantes encabezando la clasificación de los mejores del mundo nos ocultan lo lejos que nos encontramos aún de Francia o Italia en ese campo. El conjunto de los restaurantes con estrellas Michelin no tiene capacidad para servir más allá de tres millones de comidas al año. Contando repetidores y clientes nacionales no creo que sirvan más allá de quinientas mil comidas a turistas extranjeros que, en su gran mayoría, han aprovechado su viaje a España por otros motivos para visitar a los grandes chefs.

Por contraste en Italia, según informaba recientemente La Vanguardia, Eataly, la cadena de comida gourmet más importante del mundo, con tiendas en algunos de los lugares más emblemáticos de Europa y América, planea la apertura de un parque temático Eataly Word dedicado a la gastronomía, que sería el primero del mundo en su especie.

El parque, de capital totalmente privado, se situaría en las afueras de Bolonia, capital gastronómica de Italia, sobre un terreno de ocho hectáreas y tendría la pretensión de captar seis millones de visitantes anuales, de los cuales dos millones serían extranjeros. La gratuidad de la entrada garantizara en todo caso un importante flujo de visitantes. Los ingresos se obtendrían de las tiendas, restaurantes, supermercados y el centro de congreso que ocuparían el espacio.

La región en la que estará situado, Emila Romagna, es ideal para ese propósito. Engloba destinos conocidos por sus especialidades culinarias, como la propia Bolonia, Parma o Módena, otros de sol y playa tipo Rimini y culturales como Ferrara o Ravena. Si el parque tiene éxito, y es muy posible que así sea, aunque la previsión de llegadas de extranjeros sea, en mi opinión, exagerada, sería un modelo para aquellos países que se consideran destinos gastronómicos, como Francia, España, Perú o México, y nos aclararía la duda de si existe o no un turismo gastronómico.