Alcanzado, pues, el objetivo de recuperar los niveles de empleo y actividad pre-crisis, ¿con qué criterio se debe ordenar y priorizar la actuación en materia económica a partir de hoy? ¿Se debe priorizar la reducción de la tasa de paro considerando que el desempleo es también la causa principal de desigualdad, de empobrecimiento de un sector de la población y de marginación social? ¿O es mejor afrontar antes la elevada temporalidad, el paro juvenil, la lentitud con que los salarios reaccionan en Baleares a cambios en la coyuntura, la rapidez con que se destruye empleo cuando baja la actividad, la fragmentación territorial del mercado de trabajo o la falta de respuesta del mercado laboral a cambios en las competencias demandadas por las empresas?
Y, más allá de la esfera laboral, ¿se debe dar prioridad a preservar el ritmo de crecimiento actual –aunque ello suponga retornar a un patrón de crecimiento insostenible– o ha llegado el momento de abordar la mejora de los fundamentos que sostienen la senda de crecimiento de la economía balear? Esto es, ¿se debe apremiar para seguir acumulando factores de producción o ha llegado el momento de perseguir aumentos de productividad? Al respecto de esta última cuestión, es menester recordar que el año pasado, para que la economía creciera un 2,9%, fue necesario incrementar el empleo un 5,3% y el consumo de productos petrolíferos un 4,9%. Un patrón que no hace sino reproducir la forma en que Baleares creció durante la anterior etapa expansiva (2000-2007) y que se aleja, cada vez más, del patrón que siguen las regiones más avanzadas de Europa.
Todos los análisis coinciden en que es necesario mejorar la eficiencia del sistema económico balear. Sin embargo, activar palancas en favor de la mejora de la productividad no solo es poco rentable políticamente –pues sus beneficios exceden el ciclo político– sino que además es costoso económicamente. Y, claro, dado el escaso potencial inversor de la administración autonómica, si no se consigue la complicidad del Estado en esta materia, se deberán orientar los esfuerzos a movilizar la inversión productiva del empresario local o extranjero. Pero, ¿con qué criterio?
Sí, a mi modo de ver, la situación actual reclama, ahora, más que nunca, criterio. Conocimiento estratégico, deberíamos decir con propiedad. Diagnóstico e instrumentos. Y, además, capacidad de explicar convincentemente las cuestiones de fondo y sumar apoyos en favor de las respuestas adecuadas. Colaboración, deberíamos decir con propiedad. Liderazgo y generosidad.
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