Como siempre en economía, las respuestas pueden fundamentarse en múltiples causas. Efectivamente, muchas pueden haber contribuido en alguna medida. No obstante, hay una que destaca sobre las demás: los procesos de liberalización realizados durante la anterior legislatura autonómica.
Para que Mallorca o Balears sea un destino atractivo en invierno tiene que haber motivaciones distintas al sol y playa; siendo la ciudad y su calidad de vida una de las mejores alternativa.
Así pues, autorizar la instalación de terrazas en la vía pública para permitir aprovechar al máximo los numerosos días soleados de los suaves inviernos, parece una buena opción, a pesar que durante años estuviera vetada.
Un complemento perfecto para divulgar el atractivo de Palma es la existencia de hoteles urbanos que se muestran a modo de escaparate. La autorización de los llamados hoteles boutique también ha dado buenos resultados. No tanto por los clientes que pueden llegar a alojar, que evidentemente son muy pocos, sino por la imagen que consiguen transmitir.
Fuera de temporada son más frecuentes los viajes de fin de semana, por lo que permitir la apertura de establecimientos comerciales los domingos es otra buena decisión para el propósito perseguido. Una medida a la que se resistía alguna patronal, incluso llegando a promover una ley que obligaba al cierre de determinados comercios cuando llegaba el mes de octubre. Es decir, que durante años, a la vez que se reclamaba la desestacionalización se promulgaban leyes que la decretaban.
La batalla por los contratos llamados fijos-discontinuos fue larga durante los años setenta y ochenta, pero desembocó en un modelo de subvención que fomenta la estacionalidad; ya que incentiva a los empresarios a decidir el cierre de sus establecimientos tan pronto disminuye la demanda, con la llegada de los primeros cambios de tiempo. Esta legislación nacional se perfeccionó a instancias del Govern en 2012 introduciendo incentivos en favor del alargamiento de la temporada, con magníficos resultados.
Por último, pero no menos importante, ha resultado la modificación de la normativa turística que durante años intentó preservar una foto fija de la planta hotelera, pretendiendo evitar la competencia. Las liberalizaciones introducidas con la última reforma son directamente responsables de las mejoras de muchos hoteles, facilitando recuperar buena parte de la competitividad perdida en la etapa anterior.
Así que razonablemente podemos concluir que liberalizar desestacionaliza. Incluso podemos imaginar cuántas metas más se podrían alcanzar si ese proceso tuviera continuidad.
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