Sinónimo de distinción y elegancia, la corbata lleva siglos ocupando un lugar preponderante en el acotado mundo de los complementos masculinos. Ni la solemnidad rígida de un cuello de camisa, ni la pulcritud en la caída de una americana, ni el lustre de los zapatos hablan tanto sobre la identidad de su portador como lo hace una corbata.
Su origen se remonta al año 1635, cuando un regimiento de soldados croatas acudió a París portándola como complemento. A la nobleza parisina le cautivaron esos pañuelos que los milicianos llevaban anudados al cuello, y no tardaron en adoptarlos y expandirlos por sus colonias. De ese modo la corbata conquistó el mundo civilizado, hasta recalar en Inglaterra. «A los ingleses les encantó, un tal Lord Brummell fue parte activa de su evolución, dicen que llegó a recopilar hasta cien nudos distintos», afirma Jaume Serra, experto en corbatas que desempeña su actividad profesional en El Corte Inglés.
«Hoy en día los cuatro nudos de corbata más extendidos son el de dos vueltas con forma de corazón, llamado Windsor; después está el mismo pero con una vuelta; el nudo sencillo que no lleva ninguna vuelta al cuello; y finalmente hay un nudo que es ideal para los señores muy altos o gruesos. Es un nudo de una vuelta pero en su elaboración se consume menos corbata y la pala ancha queda más larga», explica Serra, cuya afición por este complemento se remonta a la adolescencia. «Con 14 años empecé a trabajar en los almacenes La Palmera, tuve un maestro extraordinario que me enganchó al mundo de las ventas y la moda, y dentro de ese mundo sentí que las corbatas me llamaban mucho la atención».
Seleccionar una corbata que combine con el resto es, para muchos, una ardua tarea. «Cuando llevas una camisa con una fantasía muy sutil hay que buscar una corbata con una fantasía más exagerada, para que una predomine sobre la otra. Y si llevamos una camisa con una fantasía muy marcada buscaremos una corbata lisa», aclara Serra. ¿Qué nudo recomienda el experto para las grandes ocasiones?. «Es muy subjetivo, depende del estilo y los gustos de cada uno», zanja con diplomacia mientras se acicala el pelo con una sonrisa.
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