El cantautor Tomeu Penya.

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A sus 71 años, Tomeu Penya sigue dando el tipo como secundario de una película de Sam Peckinpah, de esos en los que las balas escapan de la pantalla al espectador. Pero nuestro protagonista, con su voz nasal y ese rostro pétreo que parece esculpido en el monte Rushmore, nada tiene que ver con aquel ‘Grupo Salvaje' repleto de personajes desarraigados y violentos. Aunque sí comparten algo: ambos se encuentran en el otoño de sus vidas y están decididos a jugar su última mano con dignidad, ajenos al cambiante ritmo de los tiempos.

De modo que nadie espere a un Penya reinventado, abrazado a los sintetizadores y el posturismo. Sus canciones siguen teniendo genética rockera y su talante sigue siendo tan llano como Es Pla que lo vio nacer. Lo demuestra en su nuevo trabajo, que verá la luz este 2020, del que aún no ha trascendido su título.

He leído que ya tenía los temas escritos, pero fue durante el confinamiento que acabó de ajustarlos, veo que le cundió la cuarentena…

—Pues sí, tenía algunos temas a medias pero por falta de tiempo con tanto viaje no encontraba el momento de acabarlos. El confinamiento me fue bien para liberar la mente y hacerlo.

Tras cuarenta años de trayectoria, ¿cómo se encara la grabación de un nuevo disco?

—Te puedo asegurar que cada disco lo encaro con más ilusión. Llevo treinta y dos, son muchos, pero para mí aún son pocos.

Sé que una de sus nuevas canciones es una oda a la naturaleza, a la tierra, pero: ¿qué otros temas perfilan sus nuevas canciones?

—Hay cosas que siempre se repiten porque llegan a todo el mundo, como el amor, el sexo y la amistad. Pero además en el nuevo disco hay un tema en el que he querido regresar a los 60, cuando era el único de la comarca que escuchaba rock and roll. Con esta canción quería recordar la forma en la que se hacía rock en aquella época.

¿Cuándo estará el disco en la calle?

—Aún no lo sé, pero será este año.

¿Qué debe tener una canción para ser redonda?

—Hace tiempo le daba mucha importancia al acompañamiento musical. Ahora prima más el Tomeu Penya cantautor. Busco que todo sea más natural, aunque el acompañamiento sigue siendo de calidad.

¿El desgaste neuronal de la composición le pasa factura físicamente?

—Yo siempre he sido un vicioso de la vida, pero también he cuidado mucho mi parte física, me ayuda a tener la cabeza despejada y acusar menos ese cansancio físico.

Cuando sube nuevas canciones al escenario, ¿le preocupa la reacción del público?

—La reacción del público es lo que más me importa, estoy a sus órdenes. Si una canción no funciona como yo esperaba me siento un poco defraudado.

Uno de los pilares de su sonido es el country, un género que considera traidores a los evolucionistas, pero Tomeu Penya parece estar por encima del bien y del mal…

—Yo creo que con el tiempo he acostumbrado a mi público, sin quererlo ni buscarlo, a mi mezcla musical. Solo tengo palabras de agradecimiento para ellos.

¿Tiene rachas en las que necesita olvidarse unos días de la guitarra?

—Sí, pero no me gustan porque un instrumento se tiene que tocar cada día para no perder facultades, siempre tiene que estar cerca de tí.

Sinatra se cabreaba cuando le preguntaban por la retirada, incluso llegó a derramar un vaso de soda sobre un periodista insistente. ¿Alguna vez ha pensado ‘hasta aquí he llegado'?

—No, pero últimamente me ha dado por pensar que igual con esta situación tan extraña que vivimos podría pasar que no pueda volver a actuar nunca más. Y sé que me moriré si no puedo subirme al escenario. Retirarme nunca.

¿Es de los que piensan que todo lo aprendido durante la pandemia se olvidará el primer día que podamos salir a la calle sin mascarilla?

—Sí, creo que la mayoría de gente olvidará la lección de humildad que estamos recibiendo.

Después de tantos años, ¿le queda alguna espina clavada a nivel artístico?

—Mi felicidad artística está colmada, no dejo nada atrás.

¿Alguna vez se ha sentido reflejado en un artista joven del actual panorama?

—Sí, hay gente que hace cosas que me gustan mucho, como Ipods, también Xanguito, Cabot y Escarràs.

¿Qué siente al escuchar sus primera grabaciones?

—El primer día que me sentí importante fue después de grabar Càrritx i roses, iba en coche y por la radio dijeron que era número uno por votación popular. Aquello me hizo abrir los ojos.