¿Lo mejor sería que las fiestas del Orgullo no se celebraran porque la sexualidad de cada uno ya no es noticia?
—No hay que suprimir ninguna fiesta, porque además en una fiesta es donde las personas se muestran de una forma más real y enseñan su mejor cara. Es también donde es más fácil conocer a gente nueva. Además, todavía está lejos el día de la normalización porque hay partidos que se muestran contrarios a ella.
¿Qué más se podría hacer?
—Creo que es fundamental la educación en los colegios.
¿Qué le diría a una persona que se muestra reacia a manifestar en público su opción sexual?
—Hay que luchar contra el armario y el machismo. Nadie tiene porqué pasar por ese sufrimiento, ese dolor de tener que ocultar algo tan íntimo y tan importante desde el punto de vista de la libertad como es el mostrar la propia sexualidad. Por esas personas hay que seguir celebrando el Orgullo.
¿Javier Sardà es la persona más inteligente que se ha encontrado en televisión?
—Bueno... (pone cara como de asombro), me he encontrado con mucha gente inteligente. La televisión es una de la industrias más creativas, con infinidad de talentos.
¿Qué hace más en un día de su vida: oír la radio, ver la televisión o escribir?
—Sobre todo voy al cine. Soy un gran defensor de las salas de cine y tengo un gran temor a que desaparezcan. Siempre han sido mi refugio, también mi escuela.
¿Nota que varía su lenguaje si participa en TVE o en Telecinco?
—No creo que sea cuestión de cambiar las expresiones, pero lo cierto es que yo me he formado en la televisión privada, sobre todo en Tele 5, y luego he pasado a la pública, cuando lo más habitual es lo contrario.
¿De quién ha aprendido más en la vida?
—Sín duda de mis padres. Creo que tuve mejor vista que mis hermanos y vi que lo más importante de mi vida era mantener esa relación con ellos.
¿En qué momento se encuentra la televisión en España?
—En un momento fantástico. He estado cuatro años trabajando en la televisión de EE UU y he echado de menos la libertad, el riesgo y el sentido del espectáculo que hay en España. Tiene un plus que no lo tienen otras.
¿De qué le ha servido su estancia en Miami?
—Me he quitado de encima ciertas caspas para volver a la televisión de España con más ímpetu y brillo.
¿Se acuerda mucho de la frase que le dijo Terenci Moix: ‘Puedes ser escritor en cualquier momento de tu vida, pero estrella sólo una vez'?
—Claro que acuerdo. Me la dijo en un momento en el que estábamos dentro de una vorágine de audiencias increíbles en Crónicas marcianas. De todas formas, yo nunca paré de escribir.
¿Hay algún programa en el que le hubiera gustado participar?
—La verdad que no. La televisión ha sido extraordinariamente generosa conmigo. Empecé en ese mundo a los 21 años escribiendo el guion de La dama de rosa.
¿Ya pasó la época de los culebrones?
—Ahora son sobre narcotraficantes. Antes iban de una señora que llegaba a la ciudad y se quedaba embarazada y todo giraba sobre ello. Pero sí que me apetece, aprovechando las plataformas audiovisuales que hay, escribir algo de ficción para la tele.
¿Qué es lo primero que le viene a la cabeza si le dicen la palabra Mallorca?
—Formentor y el mar.
Lleva 13 años casado con Rubén, al que conoció en el año 1992. ¿Cuál es el secreto de la relación?
—El seguir enamorándome. Se cree que el amor tiene un punto final en una relación, pero no es verdad.
Y si le digo Venezuela, ¿qué me responde?
—La situación está empantanada. Me gustaría tener una fórmula para señalar a las personas culpables de este desastre. Mi última novela, Tiempo de tormentas, habla de la muerte de mi madre y el tiempo que pasé allí con ella, pero también habla de la ‘muerte' del país. Para mí Venezuela es la historia íntima más complicada, con mucho amor y también con mucho dolor. Pero aunque las cosas cambiaran, no me veo nunca más viviendo allí.
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