Su padre no esperaba que las vacaciones acabaran de esta forma, cuando le dio permiso a la niña para hacerse un tradicional tatuaje temporal en uno de los hoteles que visitaron en su estancia.
Poco después de impregnar el producto en su piel, la pequeña empezó a sentir un fuerte escozor, y se le produjeron grandes ampollas repartidas por todo el brazo. Tal fue la reacción que tuvo que ser tratada en la zona especializada en quemaduras de un hospital, y las ampollas explotadas le han dejado grandes marcas en la piel.
Los padres reclamaron la responsabilidad en este caso de la dirección del establecimiento, pero desde el hotel afirmaron que el problema no estaba en la henna sino en la piel de la niña. No eluden su culpa, por desconocimiento y falta de información sobre los potenciales peligros de la henna negra, aunque remarcan que ese salón usa productos peligrosos para los niños.
De hecho, su otro hijo, algo mayor que Madison, fue expuesto también al producto, aunque se lo retiraron de inmediato cuando empezó a quejarse del picor, mitigando así sus efectos abrasivos.
Este caso revela una problemática que las autoridades sanitarias conocen bien. Y es que la henna negra, a diferencia de la natural, añade componentes que pueden provocar reacciones cutáneas además de dejar a quien entra en contacto con ellos permanentemente sensibilizado.
Esto es realmente peligroso ya que futuros contactos con la sustancia, presente por ejemplo en muchos tintes de pelo, pueden desencadenar un cuadro de dermatitis alérgica de contacto, con consecuencias que abarcan desde picor, enrojecimiento y manchas, hasta ampollas o incluso decoloración permanente de la piel y cicatrices.
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