En concreto, las miradas apuntan a una mujer que entra apresuradamente en la habitación –y para algunos con 'miedo a ser despedida'–, tratando de interceptar a los niños, para que dejen trabajar con tranquilidad a su padre, profesor en una universidad surcoreana y colaborador del medio público británico.
Pues bien, hay quien no dudó –medios de comunicación incluidos– en catalogar a la señora como criada o niñera, quizás por el hecho de que se trataba de una mujer con rasgos asiáticos, o por la expresión de apuro en su rostro.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. No se trata de ninguna empleada: es la propia esposa de Kelly y madre de los pequeños la que entra en escena, de nombre Jung-a Kim.
No pocos comentarios motivaron a la BBC en primera instancia, y después a otros medios de ámbito internacional, a preguntarse qué mecanismo se desencadena en nuestras mentes para reaccionar de esta forma ante una escena que aparentemente es anecdótica.
Algunos acudían al argumento de que impera en nuestras vidas un racismo transversal que nos condiciona y todo lo ocupa y pervierte. Otros quitaban hierro al debate, argumentando que hay quien pretende sacarle punta a todo, incluso a lo más intrascendente.
Sin embargo, la familia de Kelly se desentiende de la polémica y quita hierro al asunto. Su madre comentó a un medio estadounidense que los niños probablemente pensaron que su padre hablaba con ellos a través de Skype, y por eso irrumpieron de esa forma en la habitación, ya que ésta es la forma más frecuente de contacto que mantienen.
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