La llegada del verano ha inaugurado otro año más la temporada de incendios, un problema ya habitual en un territorio en el que el fuego no da tregua a los que deben combatirlo, los bomberos forestales.
Fuegos como el que ha arrasado el campo de Zamora surgen por una combinación de factores: los fenómenos meteorológicos, las negligencias y accidentes, y la gestión pública de los medios para evitarlos, siendo esta una cuestión que genera gran controversia. Y es que el sistema mantiene una filosofía centrada en la extinción, actividad a la que se dedica más del doble de presupuesto que a la prevención, mientras que muchos de sus efectivos cuestionan el sistema por la precariedad y la inestabilidad laboral.
Carlos A., un bombero forestal ahora interino de la Junta de Castilla y León, relata a 20minutos que ha encadenado ya más de 20 años trabajando en las campañas de extinción, muchas de ellas en una de las comunidades más afectadas en los últimos días, donde el fuego ha arrasado 30.800 hectáreas en la Sierra de la Culebra, en Zamora. Él ya no aguanta más las condiciones laborales de su empleo -y pasión-, y piensa en dejarlo: "Yo empecé en los incendios en 2004 y este creo que va a ser el último que haga", confiesa.
Falta de efectivos en la precampaña de junio
Cada año, "cada comunidad decreta su peligro alto cuando lo cree oportuno", explica Carlos sobre un sistema de contención temporal que termina al final de la época de mayor riesgo. En muchas comunidades "una vez que acaba la campaña de incendios, la mayoría de los retenes se van a la calle y se queda con menos de un tercio del personal" señala con hastío.
En el caso de Castilla y León, esta campaña se estructura "temporalmente en tres fases", tal y como explica Jesús Pina, que fue bombero forestal durante más de 15 campañas y trabaja ahora como abogado del sindicato FIRET bomberos forestales. "Empieza con la fase de precampaña, entre el 15 de junio al 1 de julio, la campaña, del 1 de julio al 30 de septiembre, y la postcampaña, hasta el 15 de octubre", detalla.
También en esta comunidad, como en muchas otras, la gestión de los efectivos depende parcialmente de la Junta, que se encarga de la mínima parte de este, y una serie de empresas privadas subcontratadas que aportan el grueso de los efectivos. Sin embargo, este año la preparación del operativo se ha visto afectada por las últimas elecciones, tal y como analiza Pina. "Como hubo elecciones no se aprobaron los presupuestos del año 2022, con lo que muchas licitaciones quedaron en el aire. Muchas empresas privadas no han podido acceder a contratación pública y, por tanto, no han podido montar brigadas, o no han podido adaptarse a las condiciones de este año con los presupuestos del año anterior".
Falta de experiencia de los bomberos
Si la cuestión de los presupuestos es una de las claves que explican la falta de medios, catástrofes como las de Zamora surgen siempre de una combinación de factores entre los que también opera la falta de experiencia de los bomberos forestales, característica propia de este modelo público-privado. "Como las empresas tienen discrecionalidad a la hora de contratar a su personal, nos encontramos con que la experiencia media que tiene un trabajador forestal en una empresa privada en Castilla y León suele ser de 3 campañas", destaca Jesús Pina, un dato que se traduce en apenas 9 meses sobre el terreno.
Además, el carácter temporal de este oficio es lo que más afecta a los bomberos forestales, pues es una cualidad que no permite a trabajadores como Carlos lograr una estabilidad. "Con este sistema no se consigue fijar a la gente, por lo que aquellos que cuentan con experiencia acaban dejándolo porque no pueden tener un medio de vida", relata este forestal que vive esta situación en sus propias carnes, pues entre contrato y contrato, trabaja en una empresa de montaje de escenarios. "Si es difícil encontrar un trabajo imagínate dos", destaca Carlos con una risa irónica.
Aquellos que cuentan con experiencia acaban dejándolo porque no pueden tener un medio de vida
"Haces campañas de 4 o 6 meses, y en invierno, si tienes suerte y puedes, te contratan en un retén de labores forestales", cuenta sobre su trayectoria. "Como no acabas teniendo una continuidad, entra gente demasiado joven, con muy pocas campañas de experiencia, pues al seguir funcionando con el sistema de campañas de verano suelen entrar estudiantes, como un 'currito' de verano", detalla.
Este planteamiento termina derivando en una escasez de empleados que no permite prevenir los grandes incendios. "En los meses de más riesgo hay tres cuadrillas de ocho personas trabajando todos los días, ahora hay una cuadrilla de seis. Cuando pasó esto (el incendio de Sierra de la Culebra), hubo tres focos simultáneos y no hubo personal para llegar a todos", analiza sobre un incendio que, según él, "no hubiera alcanzado estas magnitudes" con el operativo completo.
Precisamente él se ha convertido en ejemplo de esta carencia de efectivos en este incendio, puesto a que pese a estar contratado, se encontraba en sus días de vacaciones. "Te 'obligan' a coger las vacaciones al principio o al final de la campaña para mantener cubierto agosto, porque se supone que es el mes de mayor riesgo. Cuando comenzó el incendio de Sierra de Culebra yo estaba de vacaciones, pero tampoco me llamaron para que las suspendiera y fuera al incendio", indica con cierto asombro.
Más allá de las condiciones laborales, Carlos analiza desde otra perspectiva este sistema de temporadas, que para él ha quedado ya obsoleto. "Esto empezó siendo un trabajo temporal y tuvo su cabida, porque se dedicaba mucha gente del sector de la agricultura, que en verano no tenían mucho que hacer (tras la recogida de la siembra). Era una manera de compensar la escasez de trabajo", cuenta Carlos. A lo que añade que "está cambiando la climatología (un factor clave en los incendios) y no tiene nada que ver" con el pasado, pues esto "está dejando de ser una cosa temporal, no tiene sentido", sentencia.
El relato de una "primera vez" ante el fuego
Nazario, vecino de Puebla de Sanabria (localidad de la provincia de Zamora) que participó entre 2006 y 2011 en estos operativos, narra a 20minutos su 'bautizo' en la extinción de incendios. "Fue un incendio relativamente pequeño, no llegaron a quemarse ni cinco hectáreas", recuerda. "Era en una zona complicada y notas la inexperiencia. Estás con muchas ganas, pero al final verte en esa situación de primeras se paga", asegura sobre su primera intervención en el año 2006 en el Cañón del Tera.
"Salimos justo cuando estábamos comiendo, aún con comida dentro de la boca cuando subimos al helicóptero", describe, dando pistas sobre el frenético ritmo de trabajo habitual en este oficio. "Entras con mucha fuerza, sigues las órdenes de tu capataz y de tu técnico, pero no sabes dosificarte", relata haciendo memoria.
"En mi caso y en el de algunos de mis compañeros nos acabó dando una especie de bajada de tensión y tuvieron que ayudarnos, eso al final te puede pasar también con años de experiencia, pero lo más probable es que ya sepas manejarlo mejor", comenta con los conocimientos que sumó tras cinco campañas a sus espaldas. "Tú tienes tu formación y te van enseñando... Pero no es lo mismo hacerlo practicando que verte en el incendio", sentencia.
Condiciones laborales muy precarias
Más allá de la estacionalidad de este trabajo en la mayoría de las comunidades -puesto que en algunas como Andalucía sí hay una plantilla fija durante todo el año-, los bomberos forestales también se enfrentan a unas condiciones laborales que favorecen poco la dedicación exclusiva. "Normalmente, la media que cobra un trabajador en una brigada helitransportada, que son especialistas, es de unos 1.200 euros al mes brutos. En el caso de los retenes de tierra, que es lo que antes se denominaba como peones a secas, hablamos del salario mínimo, unos 1.000 euros brutos, asegura Jesús Pina, el representante del FIRET.
A esto se une el problema de las jornadas de trabajo, que en caso de incendio superan con creces las ocho horas diarias. "Si sale un incendio pueden estar 12 o 14 horas trabajando. Se quitan la ropa de trabajo, guardan la motosierra y la desbrozadora, se ponen la ropa de incendios en medio del monte y van al incendio. Obviamente, esos trabajadores, por mucho empeño que le pongan después de estar 6 horas al sol, desbrozando o cortando pinos o haciendo labores de trabajo duro, no te van a rendir, denuncia el abogado.
"En Castilla y León no existe la categoría propiamente dicha de bombero forestal", coinciden, por otro lado, tanto Carlos como Nazario, y eso, añadido a las condiciones precarias, provoca una escasa profesionalización. "Este es el verdadero peligro", resalta Nazario frente a otras cuestiones como la falta de experiencia o los materiales con los que cuentan los trabajadores.
"Es un trabajo de altísimo riesgo, pero que no está bien reconocido", recrimina Nazario.
Una consecuencia del abandono del medio rural
En la combinación de factores que se suceden antes del estallido de un incendio de las características del de la Sierra de la Culebra, emerge una arista que ya es una constante en las dificultades del mundo rural, la despoblación. En la España Vaciada, muchos campos han dejado de cultivarse, muchos caminos y senderos están abandonados y eso, sumado a las condiciones cambiantes de la meteorología, convierten a determinadas regiones en bombas de relojería.
Esta es una situación que en las últimas décadas se ha acentuado mucho, y que cada vez provoca una mayor necesidad de efectivos de prevención de incendios, tal y como ha observado Jesús Pina. "Cuando empecé (en la extinción de incendios) muchas tierras de cultivo estaban aprovechadas, muchos bosques todavía eran jóvenes... hablo de hace menos de veinte años. La despoblación ha sido brutal en Zamora, y eso hace que los terrenos se aprovechen mucho menos, lo que requiere cada vez más inversión, más personal y más tiempo efectivo de trabajo por parte del personal".
En torno a esta cuestión, trabajadores como Carlos reclaman un sistema que refuerce los efectivos en invierno, una de las claves para mantener el campo en buenas condiciones. "Antes en invierno se hacía una gestión y de los de los pastos. Trabajábamos en la que se llamaba la cuadrilla de quemas, hacíamos quemas controladas de una zona", recuerda el bombero forestal. Una medida que ahora es incluso más necesaria que en pasado, pues tal y como él mismo indica, esos operativos fuera de campaña eran suficientes para "inviernos de antes en los que llovía", no como en los inviernos actuales que cada vez son más secos.
La Junta, señalada por el desastre
En el último desastre forestal, un incendio catalogado como el mayor de este siglo, muchas miradas han apuntado directamente a la Junta de Castilla y León, que en palabras de Jesús Pina está "atada de pies y manos" por el sistema público-privado que ahora mantiene y que "muchas veces reza para que no sucedan estas cosas". Para el abogado, la gran capacidad de los políticos de la región es la de "capear los temporales", especialmente en uno que ha afectado a "poquitos habitantes, no más de 600", enuncia resignado.
Por su parte, Nazario, extrabajador en las labores de extinción y vecino de "toda la vida" de la región, apunta más directamente a los intereses de la administración en este incendio. "La Junta ha priorizado proteger la zona de El Casal, donde cuentan con una serie de terrenos que son de su propiedad, y desproteger los pueblos. Eso ha provocado que el incendio se haya descontrolado, ha sido una negligencia total y absoluta", afirma con contundencia.
A esta apreciación suma otra más, recordando las palabras del consejero de medioambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, en una entrevista concedida al Diario de Valladolid en 2018 en la que aseguró que mantener el operativo todo el año era "absurdo y un despilfarro". "Al final se llena la boca con la España Vaciada y cuando de verdad hace falta que miren por ella no se acuerdan nunca", finaliza.
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