El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont posa para los fotógrafos tras un encuentro con periodistas extranjeros acreditados en Alemania. | Efe

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El expresidente catalán Carles Puigdemont, en libertad bajo fianza en Alemania, afirma en una entrevista publicada este sábado en la revista británica The Times Magazine que afronta su situación como «provisional» y prefiere no trazar planes de «futuro».

«La opción más realista es no tener un plan para el futuro. En el peor caso, seré extraditado a España. Eso significa que mi futuro estará claro: décadas en la cárcel. Si no, probablemente pasaré muchos años en el exilio», dijo Puigdemont al suplemento del diario The Times.

La periodista Sally Williams visitó al expresidente en Berlín, donde ha fijado su residencia mientras los jueces alemanes estudian su entrega a España, que lo reclama por delitos de rebelión y malversación de fondos públicos.

«Cuatro acompañantes silenciosos -dos guardaespaldas policiales y dos seguidores (de Puigdemont), todos ellos de Cataluña-, me conducen hacia una habitación» en un «cómodo» y «anónimo piso de Berlín», describe Williams al narrar el encuentro.

Puigdemont dice en la entrevista que puede moverse dentro de Alemania siempre que avise con antelación a las autoridades judiciales y que cada martes debe presentarse en una comisaría de Berlín. «No soy un fugitivo. No estoy viviendo una vida clandestina. Soy un presidente. Tengo que reunirme con gente, actuar, no vivir en la oscuridad», afirma.

Puigdemont indica que no quiere «hacer ninguna concesión a la tristeza» y que está «tratando esta situación como provisional». «No poder besar a mis hijas cada noche, explicarles cuentos... Es imposible acostumbrarse a esta situación. Están asustadas. Lo puedo ver en sus ojos», agrega el expresidente a la revista británica.

El artículo señala que su rutina consiste en salir a «tomar un café o a comer» durante el día, si bien la mayor parte del tiempo «se queda en su apartamento y trabaja».

Puigdemont sostiene que el referéndum sobre la independencia de Escocia que se celebró en septiembre de 2014 «demostró que era posible en Europa el derecho a la autodeterminación» y que su objetivo era «hacer lo que hicieron los británicos y los escoceses».