El presidente de Estados Unidos, Donald Trump (d), junto a su homólogo israelí. | Efe - Avi Ohayon

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha presentado en sus últimas apariciones públicas a la Franja de Gaza como un espacio desolado. Un territorio en el que la vida humana es casi imposible. Ante esta premisa cobran relevancia los comentarios de última hora en los que el nuevo inquilino de la Casa Blanca apuesta por encabezar él mismo la reconstrucción del territorio palestino, previa expulsión de los dos millones de habitantes que hasta el momento tratan de sobrevivir en el enclave costero.

Recientemente han encendido las alarmas algunos comentarios de Trump con respecto a la cuestión de Oriente Medio. Especialmente un símil ha llamado la atención en la esfera internacional. El presidente, en su despacho, comparó el menor tamaño de Israel con respecto a sus vecinos regionales. Para hacerlo relacionó las dimensiones de la punta de un bolígrafo con las de todo un escritorio dispuesto para alguien de su alcurnia. Además introdujo en todo ello una lección moralizante –«esto no está bien» aseveró–. A algunos analistas se les ha removido algo y consideran que Trump remite de forma alarmante a la llamada teoría del espacio vital.

La comparación se antoja peligrosa porque el tildado en alemán de Lebensraum se aplique a un caso concreto tan problemático como el de Israel, rodeado por todas partes de enemigos y con contenciosos territoriales y bélicos abiertos con, al menos, el Líbano, Siria además de los territorios ocupados palestinos. Esta teoría fue desarrollada por expertos alemanes y a principios del siglo XX impregnó las políticas del partido nazi de Adolf Hitler. Ya en su Mein Kampf, Hitler explicitó la necesidad del «espacio vital» para obtener recursos, que en su caso obtendría del este de Europa, a través de matar, deportar o esclavizar a rusos y otros pueblos eslavos, considerados inferiores, para así repoblar el terreno con etnias germánicas.

Trump se ha visto envuelto en una nueva polémica tras sus declaraciones poco convencionales más recientes sobre la situación en Oriente Medio. La comparación planteada por Trump podría ser vista como insensata, dado el potencial de exacerbar tensiones ya presentes en la región.

Sin embargo, las autoridades israelíes parecen complacidas, empezando por su primer ministro Benjamin Netanyahu, el primer líder internacional en ser recibido por Trump en la Casa Blanca al comienzo de su segundo mandato. Quien ya ha explicado públicamente que las aparentes intensiones expansionistas de Israel contradicen el derecho internacional, de forma paradójica, ha sido Rusia, quien en su propia piel enarbola lo que Vladímir Putin bautizó de 'operación militar especial' en Ucrania como una forma de garantizar una suerte de espacio de amortiguación de sus fronteras con la alianza atlantista.