Multitudinarias concentraciones tuvieron lugar en Damasco; las ciudades noroccidentales de Hama, Latakia y Tartús; así como las meridionales Deraa y Al Sueida, según mostraron imágenes retransmitidas en directo por la Televisión Siria, controlada por los insurgentes desde la caída del Gobierno. Los participantes gritaron consignas como «Uno, uno, uno, el pueblo sirio unido» y «La victoria para la voluntad de los pueblos», y portaron réplicas de la nueva bandera siria, que hasta el pasado domingo representaba a la oposición del país.
En la capital, varios millares de fieles tomaron parte en el rezo musulmán de los viernes en la histórica mezquita Omeya, una de las más antiguas de Oriente Medio y donde pronunció un sermón el nuevo primer ministro interino sirio, Mohamed al Bashir. Al término de la ceremonia religiosa, los alrededores de la mezquita acogieron también una gran concentración para conmemorar la reciente «liberación» del país árabe.
Por su parte, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos confirmó en un comunicado que también se registraron celebraciones en la ciudad de Alepo, la primera importante tomada por los insurgentes durante su ofensiva iniciada hace apenas dos semanas, y también en la oriental Deir al Zur. Asimismo, los ciudadanos salieron a las calles en Idlib, capital del que durante los últimos años había sido considerado el último bastión opositor en Siria, según la ONG, con sede en el Reino Unido y una amplia red de colaboradores sobre el terreno.
Este es el primer viernes, día sagrado musulmán, desde que la madrugada del pasado domingo una coalición de grupos islamistas y proturcos anunciara su entrada a la capital siria y diera por derrocado al Gobierno de los Al Asad, que llevaba alrededor de medio siglo en el poder. Esta misma mañana, el líder insurgente, Ahmed al Charaa, llamó a la población a salir a las calles este viernes para mostrar su «alegría» por la «victoria» de la revolución iniciada en 2011 contra Al Asad, y reafirmó su promesa de «construir» de nuevo Siria.
En este contexto el primer ministro interino de Siria, Mohamed Al Bashir, defendió este viernes que la construcción del nuevo Estado sirio es responsabilidad de «todos» y pidió abordar el futuro del país con la «reconciliación» como base, durante un sermón en la mezquita Omeya de Damasco. «Población de la Siria libre, la victoria es una gran responsabilidad y es una responsabilidad para todos nosotros. La construcción del Estado es una responsabilidad de todos nosotros», sentenció Al Bashir, que la víspera suspendió su primera comparecencia de prensa como dirigente.
En un sermón no anunciado durante el rezo musulmán del viernes en la capital, llamó a escribir una nueva historia para el país árabe «con las manos de los libres», tras el derrocamiento del Gobierno de Bachar al Asad hace cinco días por parte de una coalición de grupos insurgentes islamistas y proturcos. «El camino hacia la reconstrucción de Siria, país de la civilización, la dignidad y la libertad, y hacia el futuro solo puede hacerse a través de la tolerancia y la reconciliación», consideró el primer ministro, que asumió el poder de forma temporal hace tres días. Al Bashir condenó las «torturas» y «humillaciones» a las que estuvo expuesta la población durante casi medio siglo de mandato de los Al Asad en Siria, y recordó que muchos sufrieron detenciones y desplazamientos a lo largo de los años.
«Uno de los grandes regalos de Dios ha sido la liberación de los prisioneros y prisioneras en manos del tirano (...) Estaban en los centros de detención del régimen criminal, encabezado por el maldito Bachar», denunció el mandatario en funciones durante su intervención. Durante su rápido avance desde el noroeste del país, los insurgentes fueron abriendo diferentes cárceles y centros de detención pertenecientes a los órganos de seguridad del antiguo régimen para liberar a los detenidos, incluida la infame prisión de Sednaya, a las afueras de la capital. La ONU estima que unas 130.000 personas desaparecieron durante el conflicto que se desató en el país a raíz de las revueltas iniciadas en 2011 contra Al Asad, muchas de ellas a manos de las propias autoridades.
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