El movimiento, de una magnitud preliminar de 7,6, sacudió la península de Noto el lunes por la tarde, arrasando casas y dejando aisladas zonas remotas de la ayuda que tanto necesitaban. Se pronostican lluvias torrenciales en las zonas afectadas por el terremoto para este miércoles, lo que hace temer desprendimientos de tierra y podría dificultar aún más los esfuerzos por liberar a muchas personas atrapadas bajo los escombros. Las carreteras cortadas, las infraestructuras dañadas y la remota ubicación de las zonas más afectadas han complicado las labores de rescate.
Dos días después del terremoto sigue sin conocerse el alcance total de los daños y las víctimas. Las autoridades han confirmado 73 muertos hasta el momento, frente a los 55 registrados a última hora del martes, lo que convierte al terremoto en el más mortífero en Japón desde al menos 2016. Más de 33.000 personas han evacuado sus hogares y algunas zonas no tienen acceso a agua, ni electricidad, y cuentan con señal irregular, según la prefectura de Ishikawa. Los alcaldes de las ciudades más afectadas exigieron al Gobierno que despeje las carreteras y entregue ayuda rápidamente en una reunión regional de emergencia por desastres celebrada el miércoles por la mañana.
«Incluso los que se salvaron por poco de la muerte no pueden sobrevivir sin comida, ni agua», ha dicho Masuhiro Izumiya, alcalde de Suzu, una ciudad de unos 13.000 habitantes cercana al epicentro del terremoto. «No hemos recibido ni una sola barra de pan», ha añadido. Shigeru Sakaguchi, alcalde de la ciudad de Wajima, muy afectada por el terremoto, ha explicado que agradecía los esfuerzos del Gobierno, pero que hasta ahora solo había recibido 2.000 comidas para unos 10.000 evacuados. «Algunas personas pasan mucho frío porque hay zonas que no tienen acceso a la electricidad y, por tanto, a la calefacción», ha criticado. «Muchas carreteras estaban cortadas y a varias zonas, fuera del centro de la ciudad, sólo se podía llegar en helicóptero», ha apuntado.
Batalla contra el tiempo
«Han pasado más de 40 horas desde el terremoto inicial. Se trata de una batalla contra el tiempo y creo que ahora es un momento crucial en esa batalla», señaló el primer ministro japonés, Fumio Kishida, en una rueda de prensa celebrada tras una reunión nacional de respuesta a la catástrofe. El Gobierno ha abierto una ruta marítima para entregar la ayuda y algunos camiones más grandes ya pueden llegar a algunas de las zonas más remotas, apuntó.
Mitsuru Kida, de 74 años, superviviente del terremoto que vive en la ciudad de Wajima, teme que la vuelta a la vida normal fuera un proceso largo. «El estado de las carreteras es terrible. Es la primera vez que las carreteras están tan dañadas», lamenta en un edificio comunitario convertido en centro de evacuación improvisado. «Tengo la impresión de que la mayoría de la gente aún no ha recuperado la energía para volver a ponerse en pie», comenta, ya que pequeños temblores siguen sacudiendo la península.
En este sentido, los bomberos que buscaban supervivientes entre los escombros de un edificio parcialmente derrumbado en Wajima fueron vistos corriendo para ponerse a salvo cuando sonó la alarma de alerta de terremoto antes del mediodía del miércoles, según imágenes emitidas por la cadena pública NHK.
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