El presidente argentino Javier Milei. | Reuters - AGUSTÍN MARCARIAN

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El plan de recorte en Argentina impulsado por el nuevo gobierno electo del libertario Javier Milei ha echado a andar estos días, con el claro objetivo de cerrar la sangría inflacionaria que hará que el gigante sudamericano cierre este mes de diciembre con una tasa de inflación superior al 12,8 % registrado en noviembre, y que en términos interanuales escala hasta el 160,9 %. Según el ministro de Economía, Luis Caputo, la cifra al término de este año 2023 será «sustancialmente más alta». «No hay plata», resumieron de forma muy gráfica los nuevos gobernantes de Argentina.

Entre los expertos en economía existen posiciones divergentes sobre el hecho de que el plan de choque presentado por Javier Milei sirva a la práctica como un bálsamo a una situación crítica. Recordemos que el propio libertario vaticinó en su discurso de toma de posesión que la tasa de inflación mensual podría llegar a escalar en los próximos tres meses hasta niveles del 20 % o incluso el doble. Cómo pretende el nuevo gobierno argentino poner remedio a una inestabilidad financiera que viene de lejos.

La premisa es clara: no gastar un peso más de lo que se ingresa. Lo que aparentemente podría responder a una articulación razonable y responsable de las políticas económicas pronto se tiñe de preceptos ultraliberales, por ejemplo en la revisión de toda la contratación pública que a fecha de hoy no se haya iniciado, o la supresión de las ayudas al transporte y la energía. El ejecutivo de Milei cree que la ciudadanía tiene con ellas la falsa imagen de que los servicios son gratuitos, a pesar de que en verdad los pagan de más a través de la desaforada inflación.

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El ministro de Economía anunció esta semana algunas de las medidas que el gobierno argentino dispone para reconducir la situación macroeconómica. Estas incluyen un estímulo a las exportaciones con la devaluación de más del 50 % del tipo de cambio oficial del peso, además de sincerarlo por las enormes fluctuaciones de un mercado informal muy vigente hasta ahora en la cotidianidad de Argentina.

También se habló de recortes a los subsidios, un tijeretazo a los contratos laborales inferiores a un año –según se dijo contra la corrupción y el clientelismo–, suspender la publicidad oficial en los medios de comunicación condenando al cierre a los más pequeños, reducir el número de ministerios y secretarías de Gobierno, recortar al mínimo las transferencias del Estado nacional a las provincias y no licitar más obra pública. El plan de «shock» de Milei comprende además un fuerte ajuste fiscal y la «liberación» de los precios «reprimidos» de la economía argentina, una de las principales del continente sudamericano a pesar de contar con una tasa de pobreza que ronda el 45 %.

Es el único recorrido posible, según el presidente electo, para sortear una hecatombe económica, o lo que es lo mismo, una hiperinflación de hasta el 15.000 % anual. Las proyecciones más recientes del Banco Central de Argentina apuntan a que la inflación terminará el año en el 185 %, el porcentaje más elevado desde la hiperinflación de los años 1989 y 1990. Con todo, el plan de Milei pasa por sobreponerse a todos los rigores y, mediante la privatización de todo aquello que pueda ser privatizado, lograr el equilibrio fiscal en 2024. También afirman que terminará con la emisión monetaria a la que hasta ahora se ha recurrido para financiar el déficit. Si Milei está en lo cierto, la fiera inflacionaria argentina estará en vereda en 18 meses, o 24 a lo sumo.