¿Qué supondría la suspensión de las patentes de las vacunas COVID-19? | Enric Fontcuberta

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El debate sobre la suspensión de las patentes COVID-19 no es nuevo. Son muchos los expertos que desde la entrada en juego de las vacunas comenzaron a plantear la necesidad de liberarlas temporalmente de los derechos de propiedad intelectual para aumentar exponencialmente la producción a escala global y garantizar que la vacunas lleguen a todos los países. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya introdujo esta idea en su campaña electoral y ahora ha mostrado su apoyo a la propuesta hecha por varios países, justo cuando la campaña de vacunación en Estados Unidos se frena.

Los más críticos, entre ellos Unidas Podemos, defienden la liberación porque la investigación de las vacunas está financiada «mayoritariamente con dinero público» y que la industria farmacéutica«no ha corrido ningún riesgo», ya que el dinero es público y las compras son anticipadas.

La liberación de las patentes en una situación de emergencia sanitaria como la actual forzaría a las farmacéuticas de las vacunas a compartir la 'receta' de fabricación de los distintos fármacos contra la COVID-19. Las fórmulas se podrían copiar libremente, sin necesidad de compensar por ello a las productoras originales y eso según algunos expertos permitiría combatir la pandemia de una forma más efectiva y rápida. También supondría cambios en el precio de la vacuna.

El especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública Joan Carles March explica que «la liberación de las patentes permitiría que países más pobres produjeran los fármacos en sus territorios. Es importante anteponer el derecho colectivo a la seguridad de todos a los monopolios comerciales de unos pocos».

March expone que «la realidad es que miles de millones de personas de los países más pobres se quedan al margen de la vacunación que les puede evitar la enfermedad. Los países ricos acumulan las vacunas mientras que los más pobres están desabastecidos». El especialista aclara que «las patentes protegen la propiedad intelectual de un producto para que no pueda copiarse. En la industria farmacéutica, cuando se descubre y desarrolla un medicamento, la empresa patenta su descubrimiento para que nadie más pueda fabricarlo.
Esto le permite controlar el precio y la producción, lo que a su vez puede generar precios elevados y medicamentos que son inaccesibles para los más pobres».

Ahora hay que recordar que la propuesta original llega de India y Sudáfrica y cuenta con el apoyo de Estados Unidos. La Unión Europea ha mostrado este jueves su disposición a debatir la propuesta de Biden, en un momento en que otros organismos han dado voz a su postura. La ONU cree que las farmacéuticas deberían permitir que otras compañías produzcan versiones de sus vacunas contra el COVID-19; por contra las farmacéuticas consideran «decepcionante» el apoyo de Biden porque creen que «no aumentará la producción de dosis».

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Médicos Sin Fronteras (MSF) ha celebrado la decisión del Gobierno de Estados Unidos. Muchos de los países de bajos ingresos en los que trabaja MSF solo han recibido el 0,3 por ciento del suministro mundial de vacunas contra el coronavirus, mientras que Estados Unidos ha conseguido suficientes dosis para proteger a toda su población «y aún le quedan más de 500 millones de vacunas sobrantes».

El asunto ha saltado ya en alguna ocasión al escenario político español. Los principales partidos no se han mostrado favorables a la liberación de las patentes. De hecho, la ministra Carolina Darias señaló que el Gobierno respalda la postura mantenida por la Comisión Europea y el sistema de contratos establecido para la adquisición de vacunas frente a la COVID-19. Habrá que ver ahora qué dice Europa al respecto.

Joan Carles March opina que «lo importante es suspender los derechos de propiedad intelectual de las vacunas mientras dure la pandemia», con el «objetivo de facilitar la transferencia de tecnología y el conocimiento científico para que los países en desarrollo puedan aumentar la producción de vacunas y hacerlas accesibles a sus poblaciones». En ese sentido, el especialista mallorquín subraya que «lo necesitamos todos para estar todos vacunados».

El especialista recuerda además que esto «ya pasó con el sida» y apunta que «las farmacéuticas han recibido miles de millones de fondos públicos, principalmente de Estados Unidos y Europa, para el desarrollo de las vacunas de COVID, por lo cual deben compartir su tecnología. Necesitamos que todos los gobiernos prioricen la salud por encima de los intereses comerciales».

Concluye March que, «sin suprimir las actuales patentes, será muy difícil superar el actual cuello de botella que existe en la producción de las vacunas a nivel mundial, y no podrán llegar a todo el mundo. Sin apoyar este paso fundamental, no habrá garantía de que la tan necesitada vacuna llegue a cada persona en todo el mundo, esté donde esté».