Trump utilizó una mascarilla de color azul oscuro que en un extremo tenía estampado el sello de color dorado de la Presidencia y que estaba sujeta a sus orejas.
El presidente utilizó esa protección durante una visita al hospital militar Walter Reed, a las afueras de Washington y donde tenía previsto reunirse con el personal sanitario y militares que están recibiendo allí tratamiento.
Antes de salir en helicóptero hacia el hospital, Trump confirmó que llevaría una mascarilla, como ya había adelantado el viernes. «Creo que llevaré una mascarilla, ¿sabéis? Creo que cuando vas a un hospital, especialmente en ese sitio, en el que uno está hablando con soldados y con gente que en algunos casos acaba de salir del quirófano, creo que en ese caso es algo que es genial ponerse», explicó a la prensa.
Hasta ahora, Trump se había negado a llevar una mascarilla en público y había puesto en duda su eficacia, algo que contradice los consejos de las autoridades sanitarias del país.
Al respecto, en declaraciones a la prensa, el mandatario puntualizó: «Nunca he tenido nada en contra de las mascarillas, pero sí creo que tienen un tiempo y un lugar adecuado».
Hasta ahora, Trump se había resistido a llevar una mascarilla porque considera que «da una imagen de debilidad», según dijo supuestamente en marzo a sus asesores, informaron entonces medios locales.
Los demócratas creen que Trump se ha negado a llevar mascarilla por «vanidad», mientras que analistas como la periodista experta en género Liz Plank afirman que su actitud forma parte de una masculinidad mal entendida y con la que pretende mostrar fuerza, como si él estuviera por encima del virus.
Cuando Trump fue visto este sábado con mascarilla, intentó ofrecer una imagen de fortaleza: iba rodeado de militares y miembros del servicio secreto que no se detuvieron ni un minuto ante las cámaras mientras el mandatario, al frente, dirigía el rumbo de la comitiva.
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