América Latina vive estos días una explosión de descontento que tiene su principal foco de tensión en Chile, precedido en octubre por una serie de protestas violentas en Ecuador, Honduras y Haití, y que ha influido en las recientes elecciones de Argentina, Bolivia, Uruguay y Colombia.
Este estallido latinoamericano se une a la actual protesta global con características propias: denuncia de una escandalosa desigualdad, estancamiento económico y descrédito del sistema democrático.
La reciente publicación del Barómetro de las Américas reveló que solo el 57,7 % de los ciudadanos de la región apoyan la democracia como mejor forma de gobierno, una cifra que ha disminuido 10 puntos en los últimos seis años.Ante esta situación crítica que puede contagiar, aún más, a parte del continente, los analistas se preguntan con preocupación ¿hacia dónde va Latinoamérica?
Entropía latina
«No es un panorama esperanzador, por lo menos a medio plazo», afirma a Efe la politóloga y expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, que considera que no debe sorprendernos la agitación en las calles.
«Hay cuatro variables: la democracia va perdiendo adeptos; el ciclo electoral de los últimos 30 meses -15 elecciones- muestra un mensaje de hartazgo y un deseo de cambio; los gobiernos, salvo en México, tienen mayorías precarias para realizar mejoras y la caída de la actividad económica en la región impide las reformas y la gente tiene temor de ir hacia atrás», resume con contundencia.
Estas variables muestran que la falta de equidad es un polvorín social que puede estallar en cualquier momento y que la miseria que se veía en las orillas de la autopista de peaje que une el Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez con el centro de Santiago de Chile no era un elemento más del paisaje típico sudamericano.
Estallido social en el oasis
El primaveral mes de noviembre en Santiago iba a consolidar a Chile como el país próspero y ortodoxo -desde el punto de vista económico- de la región al organizar en sus calles la cumbre de la APEC, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, que se consagra como el nuevo centro del crecimiento mundial.
El escenario de la firma -parcial- de la paz comercial entre Donald Trump y Xi Jinping ha sido ocupado por una masa furiosa sin liderazgo que ha obligado a suspender el evento y que tiene contra las cuerdas al Gobierno de centro-derecha a Sebastián Piñera.
«Hay dos panes. Usted se come dos. Yo, ninguno. Consumo promedio: un pan por persona», esta frase, atribuida al poeta chileno de la anti-poesía Nicanor Parra, resume la insatisfacción que ha llevado a miles de personas a la calle y que ha provocado la suspensión de la cumbre de la APEC y de la XXV Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU, prevista para el mes de diciembre en el país austral.
El eje de la corrupción
La rabia de las protestas no se ha alimentado solo del estancamiento económico o la ceguera política. Para el jurista peruano José Ugaz, «la corrupción es un factor fundamental en el descontento que se vive en la región».
«En Ecuador, los ajustes de tarifas tienen que ver con prácticas corruptas que se le imputan al expresidente (Rafael) Correa y su gobierno; en Guatemala, Honduras, Perú y Brasil, las crisis por escándalos de corrupción ha sido mayúsculas. Lo que está ocurriendo en Chile tiene que ver también con la falta de legitimidad de las Fuerzas Armadas y carabineros a raíz de graves casos de corrupción que han sido ventilados recientemente», explica a Efe el procurador Ad-Hoc peruano en el caso Fujimori-Montesinos.
Chichilla también resalta el cansancio social ante esta lacra: «la obscenidad de la corrupción en el continente, que se lleva destapando en estos años, empuja a la gente a buscar el cambio sin importar que sea izquierda o derecha».
La cultura de la sospecha
Pese a la ausencia de color político, la respuesta de algunos de los responsables de las políticas neoliberales ante esta ola de descontento ha sido señalar a La Habana, Caracas o Managua como entes agitadores del tablero político latinoamericano.
Si bien es verdad que se ha podido detectar en algunas protestas presencia de grupos organizados de origen «exterior» - con el calificativo de castro-chavismo-, la complejidad del descontento, como explica Carlos Malamud, del Real Instituto Elcano, va más allá de la supuesta paternidad del conflicto que, por ejemplo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se atribuye.
«Es cierto que algunos gobiernos aprovechan las circunstancias de descontento para brindar apoyo a grupos anti-sistema, pero no son los causantes», declara la expresidenta de Costa Rica, que añade que esos dirigentes «deben estar muy a gusto porque no se habla de sus crisis en Venezuela o Nicaragua».
Complejidad populista
Teóricos como el economista francés Thomas Piketty o el experto en desigualdad Branko Milanovic claman por una nueva política redistributiva que evite la deriva populista en la res pública. Estas voces ilustradas, sin embargo, predican en la compleja geografía latinoamericana que, como destaca Chinchilla, «ha exportado el populismo a todo el mundo».
Como dice José Ugaz, es pronto para saber lo que pasará en el futuro, pero, «en lo inmediato, hay una salida al populismo que se advierte en las últimas elecciones en Brasil, México, Guatemala, El Salvador y Argentina».
Las previsiones económicas que esta misma semana ha presentado el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre América Latina y el Caribe han cubierto de incertidumbre, aún más, las perspectivas de una región que se debate entre la esperanza de un futuro más justo y el miedo a volver a un callejón oscuro que creía ya superado.
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