es la identidad de la joven asesinada mientras tomaba parte de una manifestación antifascista de Charlottesville (Virginia), al ser arrollada por el Dodge Challenger que conducía James Alex Fields, de 20 años de edad, detenido en el marco de una investigación por asesinato en segundo grado y premeditación.
Heyer, nacida en Virginia, trabajaba como asistente legal para el bufete Miller Law Group y formaba parte de una marcha convocada en la ciudad contra un mítin de supremacistas blancos y neonazis, cuando fue arrollada, un hecho que ha causado indignación y rabia en amplios sectores de los Estados Unidos.
Este domingo se había convocado una vigilia de oración en recuerdo de la chica, pero fue cancelada debido a la «posible amenaza de supremacistas blancos», según informó la cadena estadounidense ABC News.
«Una posible amenaza de la supremacía blanca ha creado una situación en la que ya no podemos garantizar la seguridad de aquellos que asistan», señalaron en un comunicado los organizadores de la vigilia, unas muestras de duelo que se produjeron en numerosas ciudades a lo largo del país.
A Fields se la vincula con la ONG Southern Poverty Law Center (SPLC) a la organización supremacista con claros vínculos neonazis Vanguard America, según la Liga Antidifamación.
«Era como volver a 1960»
La pequeña ciudad universitaria de Charlottesville trata de recuperar la calma tras la caótica y violenta jornada del sábado, que recordó la convulsa época de la lucha por los derechos civiles de 1960.
«Tío, era como volver a 1960, a las películas de esa época», comentaba a un grupo de periodistas el joven afroamericano Deandre Harris, que fue golpeado por miembros de la marcha supremacista blanca bajo el lema «Unir a la derecha».
«Neonazis, supremacistas golpeando con palos y bates a un negro a menos de cien metros de la policía», explica Harris mientras muestra el brazo escayolado con una muñeca rota y varios puntos de sutura en el ojo y la cara amoratada.
Los testigos enseñan fotografías con los participantes en la marcha, que esgrimían esvásticas nazis y anagramas del Ku Klux Klan. No en vano, uno de ellos era el histórico líder del grupo racista sureño David Duke.
Ambiente hostil
Durante las horas siguientes, el centro histórico reunió a grupos de ciudadanos conversando en voz baja, en medio de un ambiente taciturno y sorprendidos por la dimensión de lo ocurrido.
«¿Quién era esa gente, de dónde salieron? Estaba caminando la calle principal y sentía miedo, estaba en estado de shock», afirma Laura Stuart en un café al charlar con la dueña.
La ciudad, de apenas 50.000 habitantes y situada a 200 kilómetros al suroeste de Washington, es un enclave progresista en el centro de Virginia, una zona tradicionalmente conservadora.
Conocida por sus bien surtidas librerías, Charlottesville es la sede la Universidad de Virginia, por lo que cuenta con un gran número de jóvenes y una dinámica vida cultural que contrasta con el resto del estado.
Los ánimos se volvieron a caldear, sin embargo, cuando a mediodía se anunció una rueda de prensa por parte de Jason Kessler, organizador de la marcha supremacista, y cerca de dos centenares de personas se acercaron a la sede del ayuntamiento, donde estaban preparados los micrófonos.
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