Turquía ha vivido esta madrugada las horas más tensas de su historia reciente con la declaración, en torno a las 21.30 de ayer viernes, de un fallido golpe de Estado ejecutado por un grupo de militares contra el Gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan, que ha responsabilizado del acto a su némesis, el clérigo residente en Estados Unidos Fetulá Gulén.
Nadie, sin embargo, ha asumido por el momento la responsabilidad de un levantamiento que ha dejado al menos 90 muertos y escenas de guerra en Estambul y Ankara, puntos calientes de la fallida asonada. Fuentes citadas por la agencia oficial, Anatolia, han confirmado más de mil heridos.
La comunidad internacional ha mantenido un incómodo silencio antes de proporcionar, con el presidente estadounidense, Barack Obama, a la cabeza su apoyo al «Gobierno democráticamente elegido» de Turquía tras la primera comparecencia del presidente Erdogan, siete horas después de que se escucharan los primeros disparos en las calles de ambas ciudades.
La declaración de Obama ha ido acompañada con la repulsa conjunta emitida por los principales partidos de oposición turcos, incluido el prokurdo Partido Democrático de los Pueblos, acusado por el presidente turco de participar en la guerra que Turquía libra contra las milicias del Partido de los Trabajadores del Kurdistán.
La facción rebelde, que se sepa hasta el momento, estaba formada por más de un centenar de militares, equipados con tanques e incluso un helicóptero de combate que han provocado el pánico entre la población antes de que el presidente turco lanzara -- desde una llamada por teléfono móvil -- una súplica a la rebelión callejera contra los sublevados.
La llamada de Erdogan, unida al respaldo internacional y el apoyo político interno, reactivó a una población que se daba por convencida del triunfo del golpe en torno a las 23.05 horas, cuando los golpistas tomaron la sede de la cadena estatal TRT, declararon la ley marcial, ratificaron su falsa victoria y anunciaron incluso la apertura de un nuevo proceso constituyente.
Sin embargo, el golpe no ha caído en silencio. A lo largo de la noche se han registrado fuertes enfrentamientos en el Parlamento de Ankara -- rodeado por tanques sublevados que han abierto fuego, causando graves daños al edificio --, así como en las inmediaciones del aeropuerto de Ataturk y, en lo que parece ser hasta el momento el ataque más sangriento de la noche, contra la sede de las fuerzas especiales en el barrio de Gulbasi, Ankara, donde los golpistas han matado a 17 policías.
Los otros dos fallecidos podrían tratarse nada menos que del jefe de campaña de Erdogan y de su hijo de 17 años, aunque sus identidades no han podido ser verificadas. La cifra total de víctimas se desconoce por ahora. En cualquier caso, tratándose de las primeras horas, es de esperar que sea significativamente mayor, dadas las escenas de gran violencia que han sacudido los principales núcleos urbanos de Turquía.
Horas de incertidumbre, violencia y miedo
El cierre de los puentes del Bósforo y de Fatih Sultan en torno a las 21.30 horas apuntaban lo que comenzaría media hora después. Los residentes de Ankara y Estambul atestiguaron el vuelo a ras de los tejados de aviones y helicópteros de combate y el sonido de varios disparos. El Gobierno turco confirmó el golpe de Estado en torno a las 22.00 horas a través del primer ministro, Binali Yildirim. El presidente Erdogan estaba en esos momentos con su familia, disfrutando de unas vacaciones en la ciudad de Bodrum, en el suroeste del país.
Los golpistas procedieron a tomar la sede de la cadena turca TRT, donde emitieron su comunicado. Primero, anunciaron la creación de una junta militar interina, llamada «Consejo de la Paz», garante de una «nueva Constitución» y con la voluntad de «conservar todos los acuerdos internacionales mantenidos hasta el momento» antes de declarar la ley marcial y el toque de queda.
Erdogan hizo su aparición 25 minutos después de esta declaración. Lo hizo a través de un teléfono móvil en una llamada de voz e imagen mediante la aplicación Facetime a la cadena CNN Turk, donde sentó las bases de su mensaje de contraataque que repetiría durante las próximas horas: acusó de la asonada a una «estructura de poder paralela» -- la definición que emplea para describir las tácticas de su enemigo Gulen, mientras fuentes cercanas al clérigo desmentían toda participación -- y llamó a sus partidarios a combatir a los tanques en las calles antes de anunciar «el máximo castigo para los implicados».
A partir de ahí, violencia. Primero con el ataque efectuado supuestamente por el helicóptero de combate en manos de los golpistas sobre población civil -- el helicóptero fue destruido minutos después por un caza de combate --, y a continuación con una operación de los sublevados contra el Parlamento turco en Ankara, bombardeado con proyectiles de tanque.
No sería hasta en torno a las 01.00 de este sábado cuando el presidente estadounidense, Barack Obama, declaró su apoyo incondicional al Gobierno turco, poniendo en marcha una cadena de apoyos seguida por la Unión Europea, España, México, Alemania y más países, mientras partidos de oposición al presidente -- republicanos, nacionalistas, y la formación prokurda del HDP -- lanzaban un mensaje a favor del sistema democrático en el país y contra el golpe de Estado.
La llegada de Erdogan a Turquía en torno a las 03.00 de la madrugada en un baño de multitudes ha terminado por desactivar el golpe pero no ha dado ni mucho menos por zanjados los enfrentamientos. De momento se tiene constancia de que militares golpistas han entrado en las sedes del diario 'Hurriyet', donde han tomado como rehenes a un número indeterminado de periodistas, y de la cadena CNN Turk, que ha detenido su emisión.
Los testigos siguen avisando de bombardeos y tiroteos, estos últimos en la plaza Taksim de Estambul, donde unos 30 soldados sublevados se han rendido a la Policía, al tiempo que Erdogan volvía a señalar, ya en suelo turco, al clérigo Gulen y denunciaba haber sido víctima de un intento de asesinato fallido en el hotel de Bodrum, bombardeado poco después de que lo abandonara. Más de 1.500 rebeldes han sido detenidos hasta el momento, según fuentes citadas por la agencia de noticias Reuters.
«El Gobierno elegido por el pueblo turco está en disposición de gobernar y va a seguir haciéndolo», ha proclamado el mandatario en la breve rueda de prensa que ha ofrecido a su llegada a Estambul.
Erdogan ha explicado que lo ocurrido es «un acto de traición» de «unos pocos que no han sabido digerir la unidad nacional» y, en lugar de «ser leales a su país», se han decantado por «recibir órdenes de Pensilvania», donde reside Gulen.
«Pagarán un alto precio», ha afirmado y ha anunciado que «decenas» de militares sublevados han sido detenidos, instando a los restantes a «dar marcha atrás en este error inmediatamente» y entregarse a las fuerzas de seguridad.
Para el jefe de Estado esta asonada ha demostrado la «necesidad» de iniciar «un proceso de limpieza» en las Fuerzas Armadas con el fin de erradicar las «estructuras paralelas», término que suele usar para referirse a los simpatizantes de Gulen.
El clérigo, sin embargo, ha condenado los hechos desde su exilio en Estados Unidos y ha rechazado «categóricamente» estar detrás de la rebelión militar. «El Gobierno debería ganarse mediante un proceso de elecciones libres y justas, no por la fuerza», ha subrayado, en un comunicado en el que ha abogado por una resolución «pacífica».
2 comentarios
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¿Habrá llamado Erdogan a Juan Carlos II o a Tejero para documentarse sobre cómo preparar semejante pantomima?
El verdadero golpe de Estado lo han dado Erdogan y los islamistas. Desde todas las mezquitas se está llamando a los fieles a echarse a la calle para linchar a los opositores al presidente. Docenas de prisioneros están siendo torturados y asesinados. Más de dos mil jueces en la lista negra del régimen han sido destituidos fulminantemente. Lo que se prepara para esta noche es un pogromo como los que se hacían antaño contra las minorías cristianas griegas y armenias. Turquía se encamina hacia la guerra civil o hacia una dictadura islamista.