Varios de los jefes de Estado y de Gobierno durante la foto oficial | Efe

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La VII Cumbre de las Américas culminó este domingo marcada por la histórica participación de Cuba y la renovación de las relaciones hemisféricas que ha traído aparejada, sin que ello impidiera críticas a EE.UU. por su «intervencionismo» en la región.

La presencia del líder cubano, Raúl Castro, ovacionado antes de iniciar un discurso de poco más de 40 minutos, y la reunión que posteriormente sostuvo con su colega de EE.UU., Barack Obama, fueron sin duda los momentos estelares de la cita continental.

«Ya era hora de que yo hablara aquí a nombre de Cuba», expresó Castro al abrir un discurso que ofreció emocionado, en el que calificó a Obama de hombre «honesto» y lo eximió de la responsabilidad de la política desarrollada contra la isla por los «10 presidentes» que lo antecedieron en la Casa Blanca.

Obama, que precedió a Castro en el turno de palabra, afirmó que su país «no será prisionero del pasado» con Cuba ni con la región porque la «Guerra Fría ya terminó», y que su interés está en «resolver problemas» trabajando y cooperando con toda América.

Con voz unánime, los gobiernos de América Latina y el Caribe pidieron que la nueva era diplomática que supone el acercamiento de Washington y La Habana esté basada en el respeto al derecho internacional y al principio de no injerencia en los asuntos internos.

Ello a la luz de las renovadas tensiones entre Caracas y Washington a partir de la decisión estadounidense se aplicar sanciones a siete funcionarios de Venezuela y declarar la situación de ese país una «amenaza» para EE.UU..

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, sostuvo ante el pleno que Obama «ha cometido una agresión» con su orden ejecutiva sobre la «amenaza» que supone su país, y le instó a derogar esa medida «irracional y desproporcionada».

El líder bolivariano recibió el espaldarazo de aliados como Cuba, Bolivia, Ecuador o Argentina, quienes repudiaron la política «intervencionista» de Estados Unidos y acusaron la violación «flagrante» del Derecho Internacional y la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

«Venezuela no es ni puede ser una amenaza para la seguridad nacional de una superpotencia como los Estados Unidos», dijo Castro, y añadió que era «positivo que el presidente norteamericano, Barack Obama, lo haya reconocido».

Hubo coincidencia entre los mandatarios en que la situación de Venezuela y EE.UU. puede poner en riesgo los nuevos aires de «convivencia» que soplan en el continente, por lo que exhortaron a las partes a echar mano del diálogo para superar sus diferencias.

La nueva controversia en la larga lista de desencuentros entre Caracas y Washington impidió que esta histórica VII Cumbre de las Américas finalizara con un documento de consenso firmado por los presidentes.

«En medio de la diversidad y pluralidad política (...) hemos facilitado un diálogo franco y respetuoso (...) no hemos pretendido unanimidades», dijo al clausurar la cita el anfitrión presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, quien reconoció que «en los aspectos políticos fue donde hubo diferencias».

Esas mismas diferencias políticas fueron las que marcaron el foro de la sociedad civil, uno de los cuatro eventos oficiales previos a la cumbre, donde la delegación cubana oficialista se negó a participar dada la presencia de disidentes.

Cuba también debutó en un foro empresarial en el que el ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, ofreció su país como un destino seguro para la inversión extranjera e invitó al sector privado a visitar la isla para «avanzar hacia la concreción de negocios mutuamente beneficiosos».

«El mensaje de Cuba es fantástico (...) es tremendamente importante (...) como mensaje creo que está clarísimo: no hay posibilidad de que ningún país del mundo salga adelante si no hay generación de riqueza», comentó a respecto a Efe el director de Cisco para Centroamérica y sur de Suramérica, Gustavo Sorgente.