Abierta en canal hace 20 años por uno de los peores genocidios de la historia, Ruanda ha logrado superar su estigma de la mano de un régimen férreo con la disidencia y las libertades, pero artífice del gran crecimiento económico del país.
Nada menos que unas 800.000 personas murieron en 1994 en tan sólo cien días en ese pequeño país africano, según las cifras de la ONU. Los asesinatos en masa comenzaron el 6 de abril y se prolongaron hasta julio ante la pasividad de la comunidad internacional.
La masacre supuso el exterminio de entre el 20 y el 40 por ciento de la población de Ruanda, entonces el país más densamente habitado de África con siete millones de personas.
El 70 por ciento de las víctimas mortales fueron tutsis, asesinados por extremistas hutus tras la muerte del presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, cuando el avión en el que viajaba fue derribado el 6 de abril de 1994 poco antes de aterrizar en el aeropuerto de Kigali.
El asesinato de Habyarimana (de la etnia hutu), que murió junto al presidente de Burundi, Cyprien Ntaryamira, que lo acompañaba, fue el detonante de la matanza colectiva iniciada por hutus radicales y aún hoy día continúa siendo un misterio.
Tras el genocidio, en el que también perecieron numerosos hutus moderados, tomó el control del país el Frente Patriótico de Ruanda (RPF), milicia que entonces lideraba el actual presidente, Paul Kagame, a quien una investigación francesa culpó en 2006 de la muerte de Habyarimana, aunque él siempre lo ha negado.
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