Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), establecer la calefacción en este rango permite un equilibrio entre bienestar y eficiencia energética. Superar los 23 °C no solo incrementa el consumo —cada grado adicional puede aumentar la factura entre un 5 % y un 10 %—, sino que también puede generar un ambiente excesivamente seco e incómodo.
Por la noche, se aconseja reducir la temperatura a valores entre 15 °C y 17 °C, ya que el cuerpo, al estar en reposo y abrigado, requiere menos calefacción. Además, es importante considerar las características de cada estancia: en la cocina, donde suelen generarse fuentes de calor adicionales, una temperatura de 18 °C puede ser suficiente, mientras que en los dormitorios, 20 °C podría ser lo más confortable.
Para optimizar el uso de la calefacción, es recomendable utilizar termostatos programables que ajusten la temperatura según las franjas horarias y la ocupación de la vivienda. Asimismo, mantener los radiadores libres de obstáculos y realizar un adecuado mantenimiento de los sistemas de calefacción contribuye a una mayor eficiencia y ahorro.
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