Tradicionalmente, se ha sostenido que desayunar rompe el ayuno nocturno, reponiendo los niveles de glucosa y mejorando la concentración, la memoria y el estado de ánimo. La Academia de Nutrición y Dietética respalda esta perspectiva, especialmente en niños y adolescentes, quienes podrían beneficiarse de un desayuno equilibrado para un rendimiento óptimo.
No obstante, la creciente popularidad del ayuno intermitente ha llevado a algunos expertos a cuestionar la necesidad de desayunar. Este enfoque alimenticio, que a menudo implica omitir el desayuno, ha mostrado beneficios potenciales en la pérdida de peso y la mejora de la sensibilidad a la insulina. Algunos estudios sugieren que saltarse el desayuno no es necesariamente perjudicial si las calorías y nutrientes esenciales se compensan en otras comidas del día.
La Asociación Americana del Corazón señala que omitir el desayuno podría aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2. Este es un argumento sólido para incluir un desayuno nutritivo como parte de una rutina diaria de salud.
Independientemente de si se decide desayunar o no, la calidad de los alimentos consumidos es crucial. Incorporar alimentos saludables, como frutas, lácteos bajos en grasa, cereales integrales y proteínas magras, puede aportar beneficios significativos. Por ejemplo, añadir aceite de oliva virgen extra (AOVE) al desayuno puede elevar el valor nutricional de la comida, proporcionando grasas saludables y antioxidantes que protegen el corazón.
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